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Nuestra pomada no vendió

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Como corresponde a un puertomontino originario, daré una mirada comercial a los recientes acontecimientos.

Nuestra pomada no vendió, fue derrotada ampliamente por la competencia, la cual tuvo a su favor, como era de esperarse, una multimillonaria campaña publicitaria; bastante mala y pobre, cabe decirlo, pero apabullante y majadera.

Ahora ¿por qué nuestro público objetivo fue tan vulnerable a la propaganda rival? ¿Por qué los adultos mayores optamos por seguir recibiendo pensiones de hambre? ¿Por qué las mujeres rechazaron la constitución feminista? ¿Por qué los jóvenes olvidaron el medio ambiente y prefieren seguir la depredación? ¿Por qué los “originarios” rechazaron su propia autonomía? ¿Por qué los atosigados de Puchuncaví rechazaron tener aire limpio y los sedientos de Petorca rechazaron recuperar el agua?

Parece que algo falló en nuestra pomada o en la forma en que la vendimos. Creo que algunos componentes causaron alguna reacción cutánea en el público; la autonomía de los originarios no la compraron ni ellos y en el resto tendió a sacar ronchas; la estridente representación de las variantes sexuales no logró superar el hecho de que son una muy pequeña minoría, con todo derecho a existir, pero no a dictar normas al conjunto de la sociedad. Otros componentes igualmente válidos – como el feminismo y el ambientalismo – fueron presentados en una forma demasiado académica, anda a explicarle el patriarcado a la vieja que está llevando a su viejo al examen médico o los derechos de la Naturaleza al pescador que está reputiando al lobo que acaba de comerse los pescados de su red.




En paralelo con esto está el hecho de que los encargados de batir juntos los componentes y presentar el producto final, fueron tan fieles a su identidad post moderna que soslayaron el “gran discurso” y pusieron de relieve los componentes, sin llegar a componer una ilusión que encendiese la imaginación del conjunto, cosa que sí logró la competencia; ellos sí lograron componer el gran discurso del miedo y nosotros fuimos incapaces de desplegar el sueño compartido, la utopía habitable; nuestra pomada hacía frente a los dolores de algunos, pero no ofrecía la segura felicidad para todos y cada uno.

A todo esto cabe agregar la coyuntura política concreta, en la que la opción Apruebo aparecía vinculada a un Gobierno que no había hecho sino decepcionar a lo que pudo haber sido su base popular, y en la que la derecha hábilmente ligó lo que el nuevo texto constitucional proponía, con las perspectivas de un Gobierno al que colgaron incluso las culpas del pasado. El principal caballo de batalla que esgrimió la derecha para inclinar la balanza fue la inseguridad, ligada a la delincuencia, ligada a la inmigración, a la vieja desconfianza ante el extraño, como si hubiese sido Boric y no Piñera el que fue a Cúcuta a invitar migrantes.

Ahora los viejos dolores para los cuales ofrecíamos nuestra pomada van a seguir existiendo, las demandas por pensiones, salud, educación y vivienda seguirán igual de acuciantes, pero ya no tenemos una base sobre la cual erguirnos, nuestras certezas se las llevó el viento ¿Qué sentido podrá tener volver a alzar banderas mapuches si ELLOS no están ni ahí? ¿Seguirán las feministas considerando a las variantes sexuales como “aliadas naturales”? Y por último pero no por ello menos importante ¿Qué dirán ahora los que sostenían que daba lo mismo el resultado?

Creo que por ahora con el tema constitucional ya transitó la anciana, pasó la vieja y una derecha envalentonada por su triunfo pateará el tema hacia un difuso futuro, con abundancia de comisiones y declaraciones, pero creo que se enfocará en arrinconar a un Gobierno que ya había comenzado una vertiginosa deriva a estribor mucho antes de la actual coyuntura, así en unos breves años más podrá ofrecernos una alternativa racional, sensata, tecnocrática y lejana a los extremos, para superar la ineptitud de Gabriel II y sus milenials, sin necesidad de recurrir a Kast y sus impresentables exabruptos.

Ahora bien, es hora de recordar que Chile no es una isla que flota en el espacio, lo que ocurra en nuestro país no será independiente de lo que ocurra en el resto del mundo, no da igual si hay debacle económica del occidente cristiano o guerra termonuclear y fin del comercio global; una constitución como la que acabamos de rechazar, en la que reemplazábamos el Estado Subsidiario por uno económicamente activo, nos daba – por los pelos – una oportunidad de sobrevivir con cierta dignidad y merced a la solidaridad ante una crisis global, ahora estamos jodidos.

Con un gran abrazo, desde los atareados muelles de Chinquihue y meneando entusiastamente la cola.

 

Por Renato Alvarado Vidal

 

5 de septiembre de 2022.

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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