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Lo que más nos duele

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La más reciente reunión de la oscura cofradía conocida como Dalca Soberana de Puerto Mol, tuvo lugar en una distinguida mansión junto al mar, por lo que este astuto espía de Güiquilics Patagonia se disfrazó esta vez de arreglo floral, con pleno éxito; aunque hubo que sortear un trance dramático: El polen de las flores estuvo a punto de provocar un estornudo masivo por todos los orificios de este abnegado servidor, quien afortunadamente logró mantener el control tanto de fosas nasales como de esfínteres perineales (nótese la erudición anatómica). A continuación se filtra el texto recogido.

 

La que más nos duele, ilustres tripulantes de esta dalca que quedó mirando p’al sureste (Ref.) la que más nos duele de todas las banderas que tan maltratadas fueron por el temporal, fue la femenina. Tal vez porque era aquella en la que más confiábamos.

Teníamos un proyecto explícitamente feminista, hasta su gestación había sido paritaria ¡por fin las mujeres nivelaban la cancha! ¡Y la mitad del electorado son mujeres! Ese era nuestro piso, no había como perder…pero perdimos. No sólo perdimos, sino que nos volaron la falla tectónica del medio. Por alguna o varias razones, la bandera feminista tampoco vendió como se esperaba y el temporal la dejó deshilachada y algo desteñida…pero debemos mantenerla en el mástil. Esta es una bandera cuya justicia es tan obvia que no podemos dejar que se la lleve el viento.

Debemos tener fe, atribuladas y atribulados tripulantes, incluso derrotas peores han sido incapaces de borrar la simple conquista de reconocer que hombres y mujeres somos las dos mitades de la humanidad. Para ejemplo baste este dato de nuestra historia reciente:




Hasta avanzada la segunda mitad  del siglo 20, en la Escuela de Medicina de la muy laica y republicana Universidad de Chile, de los 160 que ingresaban a primer año, sólo 40 podían ser mujeres; no importaba cuan brillantes pudiesen ser las postulantes, así de estrecha era la puerta. Para ingresar a la Escuela las chicas no sólo debían poseer un intelecto deslumbrante, sino que además debían haber sido poco menos que monjas de claustro durante toda su adolescencia.

Pero eso se acabó en ese glorioso mayo del 68, cuando este pechito, entre otros anarco-psicodélicos, nos tomamos la Facultad e impusimos la paridad de oportunidades de ingreso.

Después vino el golpe, y todas las conquistas se fueron al carajo; la universidad junto al pueblo, la democracia interna, el cogobierno triestamental; todo eso fue arrasado, pisoteado y desacreditado. Todo menos la paridad de ingreso a la Escuela de Medicina. Ni los milicos pudieron echarla atrás ¡Huija canejo!

Esta bandera debemos mantenerla en alto, ilustres tripulantes, porque es de justicia. ¿Recuerdan ustedes, tripulantes, que durante el siglo pasado fue la izquierda la que impulsó el voto femenino, y que lo hizo a sabiendas de que iba a ser un voto conservador. Aún así lo hizo y logró imponerlo, porque era de justicia ¡Huija otra vez!

 

Ciertamente no van a ser los hombres quienes dicten ahora a las mujeres su proceder; es de suponerse que la autocrítica debe estarse realizando en todas las organizaciones que estuvimos por el Apruebo; en primer lugar, por las razones antes expuestas, en las organizaciones feministas; pero aún así se puede señalar algunos puntos dignos de ser considerados, aunque sólo sea para desecharlos. Veamos.

Hay conceptos que podrían hacerse más aterrizables para esos más de cuatro millones que van a votar obligados y que el resto del tiempo ve matinales. Tal vez es muy académico hablarle del patriarcado a la vieja que está llevando a su viejo al consultorio a que le revisen la próstata.

Es posible que ciertas demandas libertarias choquen con un sentido común menos ideológico y más ligado a lo más básico de la cotidianeidad, tan básico que emana de la subsistencia misma de la especie: Un aborto implica – siempre – la muerte de alguien. Para hacerlo, las razones deben ser muy poderosas, claras y aceptadas. No puede ser un producto de mercado.

También la historia ha mostrado que más vale avanzar sumando aliados, como hizo Alejandro Magno – y le fue bien – que hacerlo adquiriendo enemigos, como hizo Hitler en 1941 y ya sabemos como le fue, por lo que una estrategia indiscriminada contra el macho tal vez no sea la más juiciosa. Recordemos que la situación presente de la relación entre machos y hembras de nuestra especie, aunque está construída sobre la misma inconmovible base biológica de toda la historia de la humanidad, está hoy determinada por las condiciones materiales de la existencia, como dijo uno de los hermanos Marx, Carlos, el de la barba.

Hasta antes de la Revolución Industrial lo único que había en el mundo era economía agraria, y en el campo hombres y mujeres trabajan juntos para un mismo fin; cuando en la tiradura de casa los hombres van guiando las yuntas, las mujeres están preparando el agasajo con que ha de culminar la faena. Recién con la mentada revolución y sus interminables jornadas de trabajo en lejanos talleres y fábricas, se le hizo imposible a la mujer seguir participando masivamente en la producción.

Pero las condiciones han cambiado nuevamente, queridas y queridos tripulantes, y ahora permiten a las mujeres participar otra vez codo a codo con los varones en la producción de la riqueza social, y esto las hace ocupar un lugar preciso en la sociedad, un lugar que no reconoce sexo, un lugar de clase ¡Sos una laburante, nena! La Sal de la Tierra, cantaron los Stones. Y da lo mismo que trabajes de cajera en el banco o fileteando en la pesquera, lo seguro es que alguien se está quedando con la mayor parte de lo que tú produces, amiga.

Esta es una realidad independiente de nuestra voluntad, como dijo el antes citado barbudo, y es la que nos permite remar juntos hacia una meta común, enfrentando también una adversidad común, es el mismo viento el que a hombres y mujeres hoy estrella la lluvia en la cara y no nos deja ver cuan diferente puede ser la vida en una sociedad solidaria y decente, sin temor a la vejez y al desamparo, sin explotación, sin abuso, sin prepotencia, sin ganancia a cualquier precio, sin ladrones empresariales ni uniformados, dicho en una frase: Sin este capitalismo neo-liberal.

Una última observación; la vinculación entre el conjunto de las demandas femeninas y el de las variantes sexuales, puede no ser tan inequívoca como se venía presentando. Para empezar, el “conjunto femenino” es no sólo la mitad de la humanidad, sino además la mitad fundamental y eso debe expresarse en la vida diaria. Pero el conjunto de las variantes sexuales viene siendo todo lo contrario, es una minoría con todo el derecho a existir, pero no a dictar sus normas al conjunto de la comunidad; tratar de forzar una situación así, una imposición cultural, como cuando llegan misioneros a imponer una nueva religión, es muy probable que cause Rechazo.

¡Así que arriba la vela muchachas y adelante con la bandera al tope! Que ningún viento la desgarre, porque ha de seguir flameando, cantó la Violeta. Esta navegación contra viento adverso y corrientes traicioneras ha de continuar, nadie dijo que sería corto ni fácil; hemos de continuar juntos y remando al compás hasta que, como escribió Vicente Huidobro, muera el fantasma que se nutría de pulmones y las canciones suelten sus amarras por los mares libres. ¡Huija!

 

Ref.- “Hombre mirando al sudeste”, película, 1986. Dir. Eliseo Subiela.

 

Por Renato Alvarado Vidal

 

Puerto Mol, 22 de septiembre de 2022.

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