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Di la verdad, Rosa (O la mentira como síntoma y remedio)

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Sócrates cometió el error de decir lo que pensaba y eso le costó la vida. Corría el año 399 antes de cristo. Casi dos mil años más tarde, Galileo se desdice de su descubrimiento y para salvar el pellejo, miente.

¿Es necesario mentir? ¿Es conveniente decir la verdad?

Hace muchos años el filósofo Jorge Díaz, camarada que vendía chicha en Labranza, localidad cercana a Temuco, afirmaba convencido. “El que dice la verdad no miente”. Notable en su profundidad.

Es entretenido este país entre otras razones porque muchos de los que están llamados, obligados y juramentados a decir la verdad, siempre mienten. Sea político, uniformado, padre, hijo o pareja.




-Cumpliremos en nuestro programa de gobierno a toda costa…

Miente el político.

  • No es lo que crees…

Afirma el/la/le descubierto/a/e siendo infiel.

  • Si, juro…

Afirma solemne el testigo que se apronta a mentir.

Y así.

La mentira no ha variado su estructura desde que el ser humano comenzó a balbucear: expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente, según la definición del diccionario.

Una diputada de la república, funcionaria pública de aspecto respetable, aparece mezclada en un affaire con un centro delantero que al parecer daba pases filtrados a dos delanteros de manera simultánea. Delanteras, en este caso.

Lo que no pasaba de ser un enredo de sábanas y celos, derivó hasta el generalato de Carabineros por la vía de una llamada de la Honorable diputada a una generala. Como quien se quiere sacer un parte por mal estacionado.

La cosa escala porque además de decir cosas ciertas, se matizó el enredo con cosas falsas y con un toque de medias verdades entre sus protagonistas.

Es que la mentira, como mecanismo de defensa y de ataque, tiene por virtud una increíble cantidad de recursos.

Uno de ellos: decir una media verdad, o su equivalente, una media mentira. Usando ese mecanismo jamás te van a sorprender mintiendo porque en el reverso de tu mentira destella una media verdad.

-Yo no quise decir eso, sino todo lo contrario.

Y eso, que quizás no aclara nada, por lo menos va a desarmar a tu contendor/a. O lo dejará en medio de la duda.

-¿Será cierto?

Y para una persona mentirosa ese momento es el buscado. La media mentira cumplió con su propósito de convencer o, al menos, dejar instalada una duda razonable.

Otro mecanismo utilizado por quienes tienen como costumbre mentir, el caso de los políticos y los que lo hacen como opción de vida, i.e., todo el resto, es afirmarse en lo mentido así sea que se acabe el mundo.

Es increíble cómo el insistir en una mentira incluso la descubierta in fraganti, puede llegar a convencer que la cosa no fue así. Más aún, si esa mecánica es acompañada con una actitud de víctima.

-Perdón, no te quise ofender con mis tontas suposiciones…

Es el resultado genial del proceso: quien es en primera instancia víctima de la mentira, pasa a ser victimario y culpable de todo lo que reste.

Mi fascinación por la mentira y por los mentirosos(as), me llevó a escribir una novela que trata de un mentiroso y de la mentira. Del alcance de uno y el poder de la otra.

Espero que ese trabajo, cuyo título es “El misterio del maletín del Almirante”, vea la luz a finales del año. No me apuro. No es un tema que se vaya a agotar de aquí al adviento.

Mientras la tierra siga andando, mientras haya razones, pequeñas, medianas, grandes, habrá la necesidad tan humana como cualquiera de aderezar la realidad con un poco de imaginación.

Quizás sea una herramienta que le ha permitido evolucionar al ser humano luego de instalar en su cerebro el mecanismo de la inteligencia reemplazando al instinto, ese tonto que suele decir la verdad siempre.

 

 

Por Ricardo Candia Cares

 

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Escritor y periodista

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  1. Felipe Portales says:

    Un tema muy trascendente y, desgraciadamente, permanente. Y lo peor es cuando la mentira se hace sistemática, desde el Estado. Y esto no sólo ocurre en dictaduras sino, por ejemplo, en la enseñanza histórica escolar en la generalidad de los países. Aquí particularmente opera vía la ocultación en una historia de la humanidad plagada de sistemas, procesos y episodios autoritarios, injustos y atroces. Y es muy difícil el desengaño, porque este involucra no sólo un proceso intelectual sino también emocional. Como muy bien lo dice Mark Twain: «Es más fácil engañar a la gente, que convencerla que ha sido engañada».

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