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Gunter Seelmann: Las muchas vidas de un ser humano consecuente

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En un improvisado box de urgencia, un médico se empeña en aliviar contusiones, heridas, hematomas, y algunas fracturas. Pero en esta sala de emergencia, el botiquín de primeros auxilios es limitado, debido a las circunstancias: el médico y sus pacientes son prisioneros en la Escuela de Grumetes de Isla Quiriquina, en la bahía de Concepción, convertida en campo de concentración. Y las heridas que este doctor sanaba fueron infligidas a manos de militares tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

El médico tratante es Gunter Seelmann, un impulsor de la medicina social en Chile y jefe de pediatría en el Hospital las Higueras, de Talcahuano, cuyo compromiso de por vida con los derechos humanos se forjó en dos continentes. Muy pronto, en Quiriquina, se formó un equipo con otros prisioneros profesionales de la salud quienes atendían a personas que venían de la tortura.

Las historias de médicos y médicas como el Dr. Seelmann, que sufrieron la prisión política, amedrentamiento, la expulsión de sus empleos, la desaparición forzada o que fueron ejecutados por la dictadura militar, forman parte del Informe de la Comisión Verdad y Memoria que el Colegio Médico lanzó el 9 de noviembre, ante 200 personas reunidas en la Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. El informe, que compila los resultados de una investigación cualitativa en base de testimonias personales, es un registro exhaustivo y extraordinario por ser realizado por un organismo de la sociedad civil, en vez del Estado.

De los 34 casos de violaciones a los derechos humanos que resultaron en la muerte o la desaparición forzada consignados por el informe, el que inauguró 17 años de dictadura civil-militar es el Dr. Salvador Allende Gossens, co-fundador en 1948 del Colegio Médico.




El primer entrevistado y un partícipe activo del proceso investigativo fue Gunter Seelmann, quien falleció el 26 de septiembre a los 92 años de edad.  El día del lanzamiento coincidió con una fecha de hace 85 años atrás que marcó el curso de su vida.

Esa noche del 9 de noviembre de 1938, era un niño de 7 años y dormía en la inmensa cama de su abuela en la antigua ciudad de Aquisgrán, fronteriza con Bélgica y Holanda. El sonido de ventanas que se quebraban en la casa le despertó de un salto. A la hora del desayuno faltaba su padre, quien, supo mucho después, fue llevado detenido en una redada de 30,000 hombres judíos trasladados a campos de prisión, la primera instancia de encarcelamiento masivo de judíos de parte de los Nazis. La pasividad del mundo ante el ataque inicial organizado contra las comunidades judías de Alemania- que llegó a conocerse como la noche de los cristales rotos (Kristallnacht)- constituyó para los Nazis una luz verde para poner en plena marcha su plan de exterminio. Tres meses después, su padre había logrado escaparse y la familia se embarcó para cruzar el Atlántico, llegando a Concepción, al sur de Chile, en enero de 1939.

Su temprana experiencia de inseguridad, discriminación, violencia, y desarraigo, la transformó en un profundo sentido de empatía con los más desposeídos y el compromiso de nunca quedarse indiferente ante la injusticia. Sus colegas y familiares creen que su vocación de sanador de cuerpos y almas, de pediatra preocupado por los más vulnerables y frágiles de la sociedad, fue sembrado por su propia historia.

Estas convicciones las canalizó proactivamente en numerosas instancias colectivas en el transcurso de su vida. Participó activamente en las campañas presidenciales del Dr. Salvador Allende y en la implementación de políticas de salud de la Unidad Popular. Después ayudó a organizar a los médicos exiliados en la República Federal de Alemania. A su regreso a Chile fue co-fundador del Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico y de la Agrupación de Médicos Mayores del Colegio Médico.

A la vez, junto a su compañera de vida Hanne Grunpeter, siempre participó de espacios judíos de izquierda. En su adolescencia participó en los scouts judíos socialistas Hashomer Hatzair y al momento de su detención el mismo día del golpe era presidente de la comunidad judía de Concepción. Posteriormente, organizó homenajes a judíos víctimas de la dictadura e impulsó el diálogo judío-palestino en Chille. También fue integrante del Centro Progresista Judío y la Agrupación Judía Diana Arón.

Todos quienes compartieron con él estos diversos espacios, resaltan su capacidad de aunar esfuerzos. Así lo describe el Dr. Enrique Morales, coordinador del Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico y presidente de la Comisión Verdad y Memoria: “Era una persona de mucha sabiduría, con mucha calma, una persona de convicción. Siempre trataba de llegar a acuerdos, de ver las cosas con más perspectiva. No matarse por un punto, sino pensar en el contexto general.”[i]

A fines de 1983, cuando la familia llevaba 10 años de exilio en Dusseldorf, Alemania, su nombre figuró en las primeras listas de personas a quienes la dictadura permitía regresar. Se había rearmado su vida. Con Hanne participaba activamente en solidaridad con Chile – con las infaltables e incontables empanadas que ofrecían en eventos – y acogían a los chilenos expulsados. Además, en Alemania se abrió a un nuevo campo profesional al formarse como psiquiatra infantil.

Ahora que podía volver a su país, se le presentó la posibilidad de aportar concretamente en dos frentes complementarios. Por un lado, el Dr. Juan Luis González, presidente del Colegio Médico, le convenció a regresar para formar una comisión de derechos humanos. Por el otro, la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por Estados de Emergencia (PIDEE) le ofrecía trabajar con niños y niñas cuyas familias eran afectadas directamente por las políticas de represión. En 1985 estaba de vuelta en Chile para abocarse a ambas tareas.

La constitución del Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico jugó un rol fundamental para constatar las múltiples violaciones a los derechos humanos. Durante los primeros años de dictadura, según consta el Informe Verdad y Memoria, el Colegio Médico había colaboraba con las autoridades militares. A partir de los años ’80, se produjo un giro en su política.

Gunter, junto a sus colegas Haydee López, Ruby Maldonado y otros, visitó a médicos que estaban presos y gestionaba ayuda para sus familias. “Denunciaban y redactaban cartas a organismos internacionales para interceder de parte de personas detenidas que no se sabía dónde estaban. Cuando aparecían, buscaban como liberarlos. El cumplió ese trabajo”, dice el Dr. Morales. “También participó en la identificación y denuncia de los médicos que colaboraban en torturas. Se creó comisiones de ética y algunos médicos fueron expulsados del Colegio Médico”.  Más adelante, asume la presidencia del Departamento de Derechos Humanos, y desde esa capacidad, en 1989, se inauguró el memorial a los médicos ejecutados políticos y detenidos desaparecidos.

En paralelo a sus acciones de defensa de los médicos, Gunter trabajó en PIDEE donde mejor se ejemplifica no solo su forma de abordar la medicina sino la vida misma.

La institución fue fundada en 1979 e ideada por María Eugenia Rojas para proporcionar atención integral y contención a niños y adolescentes de familias donde un miembro había sido un ejecutado político, detenido desaparecido, o preso político. Venían derivados principalmente desde la Vicaria de la Solidaridad. En ese tiempo, no había otro lugar que se dedicaba a los niños. Gunter formaba parte de un equipo de cinco profesionales que trabajaba en provincia, en Temuco, Linares y Valdivia, a donde viajaban por tres semanas de cada mes.[ii]

Muchos de los niños eran de entornos campesinos y Mapuches. La asistente social y coordinadora del equipo regional sur fue Marianela Salom. Ella recuerda que “había que convencerlos de que iban a tener un lugar de acogida donde le iba a escuchar, a respetar, a valorar y que nunca se iba a filtrar las cosas que ellos dijeran”. En ese proceso de construir confianza, Gunter fue fundamental. “Todo eso Gunter lo superaba. Como era muy empático y muy carismático, después que lo conocían, cuando llegaba, los niños corrían donde él, se agrupaban alrededor.”[iii]

Los niños se sentaban en el piso en un círculo, con los profesionales entre ellos. Gunter les contaba historias y chistes. En su suave voz, también les contaba su propia historia, de un lugar lejano llamado Alemania: “En el país donde nací, ocurrió algo parecido. Era niño igual que ustedes y me daba miedo. Si ustedes se apoyan uno al otro, el día de mañana, igual que yo, van a salir adelante. Y no se queden en el rencor ni el odio”.

“Cuando Gunter intervenía y hacia sus planteamientos, uno notaba la atención que ponía en los niños y ellos en él. Gunter vibró con lo nuestro y en todas partes era apreciado”, afirma Marianela. En Temuco había una niña que vio como fusilaron al papá, en el campo, frente a la familia. “A ella naturalmente le costó mucho integrarse, a interesarse en los talleres, a divertirse, a reírse. Gunter cooperaba con eso. No solo en el caso de los menores sino también con los adultos”.

Gunter formaba parte del equipo en su calidad de pediatra, pero, como señala Enrique Faundez, administrador de PIDEE, “Era no solo doctor ni psiquiatra; era de todo. Gunter no sabía decir que no”, se ríe.  A través de Gunter se hizo un convenio con médicos, dentistas, y psiquiatras de la región. Habían alrededor de 10 especialistas por región. Si había un problema que no podía resolver, lo derivaba a un de estos médicos amigos. “Era muy bueno para organizar cosas, e inventaba los talleres culturales” que formaban parte de la impronta terapéutica de PIDEE.  Además, capacitaba al equipo regional. “Pensaba un poco en cómo se trabajaba en Alemania, integralmente. Tenía un diagnóstico muy certero”, asegura.

Se preocupaba por la familia entera. Cuando un niño no asistió a la segunda sesión en Temuco, él partió al campo a buscarlo a su casa. Descubrió que la familia vivía sin luz y mal alimentada, en una pobreza que se extremaba debido a la prisión política del jefe del hogar. En base a esa experiencia y otras similares, PIDEE consiguió fondos desde Finlandia para proporcionar aportes para transporte y alimentos.

Señala Faundez que Gunter también hacia educación cívica y formó jóvenes lideres. “Niños que antes eran calladitos, después aprendieron a hacer valer sus derechos. Cuando ibas a la casa de ellos, los niños se escondían debajo la mesa. Después quedaron empoderados, nos abrazaban, nos llamaban tíos. Cambió la dinámica”.

A Gunter su trabajo con PIDEE confirmaba lo que desde siempre orientaba su concepto de la salud, reflejado en las políticas de salud de la Unidad Popular que ayudó a implementar. Tales políticas reconocían que lo que aflija una persona muchas veces se debe, o se acentúa, a causa de determinantes sociales de la salud. Si no se mejora la sociedad o el entorno donde la persona habita, le va costar recuperarse. Esto lo palpaba el equipo de PIDEE al constatar la profundización de la pobreza y falta de acceso a la salud en las comunidades rurales durante la dictadura.

 

“Creo que la historia de Gunter hizo a Gunter”, opina Cristián Silva, psicólogo y coordinador del equipo comunitario Villa Alsino de La Florida.[iv] En 1996, cuando hizo su práctica profesional en Salud Mental Escolar, un programa municipal de La Florida, conoció a Gunter. A pesar de la brecha generacional – Silva era 40 años menor – sus ideas sobre la salud pública estaban en sintonía. Le reforzó sus nociones de salud social comunitaria centrada en los factores sociales de riesgo y una forma de trabajo más colectivo, más solidario, en vez de clínico. Estos conceptos Gunter implementó cuando pasó a ser jefe del equipo. Silva dice, “No creo que uno puede olvidar el horror que implica una tortura, un exilio, un desarraigo. Son traumas que no se resuelven olvidando. Al sanar, Gunter se sanaba, con cada niño y niña que atendía”.

 

Esto esboza el legado que nos deja Gunter Seelmann: la capacidad de vernos en el rostro del otro y tomar consciencia de que las grandes transformaciones de sociedad comienzan con pequeños gestos a escala humana.

 

Por Maxine Lowy

 

[i] Enrique Morales, 4 octubre 2023

[ii] Enrique Faundez, 3 octubre 2023

[iii] Marianela Salom, 5 octubre 2023

[iv] Cristián Silva, 31 octubre 2023

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Escritora

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  1. Estos son los rostros como otros tantos rostros de gentes
    Mujeres y hombres que aportaron su vida a la lucha contra el fascismo
    instaurado en el estado chileno
    Estos son los rostros esta vez con nombre y apellidos , heroes por los derechos
    humanos
    Engrosan tambien una larga lista de gentes como ellos con valores similares
    que anonimos para la historia dejaron huella en las poblaciones , en los liceos
    aulas universitarias , asociaciones civiles de todo tipo tambien en los cuarteles
    nucleo duro de la represion
    La historia debe rescatar estos hechos y darle una lectura docente que se lea y forme
    en aulas y asignaturas de educacion democratica
    Debemos aprender y enseñar su legado en aras de la construccion de otro Chile
    con una carta magna que derogue a la actual del tirano pinochet
    que sea democratica popular y soberana desde el pueblo
    Günter Seelmann Erlenbach en nuestra memoria

  2. Rafael Sepúlveda says:

    Agradezco muy sentidamente el texto escrito por Maxine Lowy sobre Gunter Seelman, a quien tuve el privilegio de conocer y von quién compartí espacios de trabajo social y político
    La reseña sobre su vida se completa con un preciso retrato de su compromiso con la vida y con los derechos humanos, de su sencillez y calidad humana.
    Alguien para siempre respetar e imposible de olvidar.
    Gracias Gunter
    Gracias Maxine

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