Poder y Política

Boric o la encrucijada del octubrismo

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 32 segundos

La insurgencia popular que se gatilló el 18 de octubre de 2019 fue un movimiento destituyente, espontáneo e inorgánico que se reveló contra el neoliberalismo instaurado en dictadura, pero que fue administrado durante 30 años de postdictadura. La ineficiencia del sistema político para traducir las demandas sociales en reformas políticas transformó la crisis social en una crisis subjetiva, individual, que de un momento a otro implosionó, creando una reacción en cadena cuyos efectos no han dejado de actuar. De ahí que la mayor consigna del movimiento decía que “no fueron treinta pesos, fueron treinta años”. Lo que se criticaba con esta frase era la lógica del acuerdo político generado al interior del duopolio y a nivel de las cúpulas de los partidos, donde operaba la cocina política con directa injerencia del gran empresariado -que financiaba indistintamente las campañas tanto de la derecha como de la izquierda-. El ícono de esta práctica fue la foto tomada en noviembre de 2007 tras la disolución del movimiento pingüino: todos los líderes políticos, tomados de las manos, unidos en un gran acuerdo encabezado por Michelle Bachelet que concluyó en la LGE, un maquillado de la vieja LOCE que mantenía intacto el modelo de negocio al interior del sistema educativo.

 

Tras casi un mes de una violencia policial inusitada contra el pueblo que se manifestaba en las calles, que utilizó la fuerza excesiva, la vejación, la tortura y la mutilación como mecanismo de castigo sobre los cuerpos de los manifestantes, el acuerdo tomado por el congreso el 15 de noviembre salvó al gobierno de su inminente caída. En cualquier democracia seria del mundo civilizado las violaciones masivas y generalizadas de los DD.HH. como las que ocurrieron en Chile, sumados a los más de cuarenta asesinatos en manos de agentes del Estado, incluidas varias ejecuciones extrajudiciales, hubieran sido suficientes para hacer dimitir al gobierno de turno. La añeja tradición republicana vivió su apogeo cuando todos los políticos, nuevamente, de izquierda a derecha -con la excepción del Partido Comunista (PC), el Partido Humanista (PH) y algunos miembros del Frente Amplio (FA)-, se unían para pactar un “acuerdo por la paz” y convocar a un plebiscito que dirimiera entre una convención constitucional o mixta (incluyendo miembros del actual parlamento). Ninguna organización social participó en la cocina, nadie pidió semejante alternativa. La demanda transversal era una asamblea constituyente sin restricciones que coartaran su ejercicio soberano. Adicionalmente, el “acuerdo por la paz” consolidó la impunidad en el país por segunda vez. Si hay una lección que sacar del período de la “transición” a la democracia, es que no se dialoga con el tirano, al tirano se le derroca.

 

El héroe de la jornada: Gabriel Boric, del FA, quien a pesar de su corta edad se presentaba como un estratega de temple, con sangre fría, dispuesto a incurrir en un sacrificio en el corto plazo por una causa mayor, un político dialogante con visión de futuro, el heredero de Aylwin y Lagos. En la decadencia de su ocaso, la rancia política de los acuerdos resurgía desde la ultratumba para pactar una vez más un acuerdo negociado a nivel cupular de espaldas a la ciudadanía. Ya lo decía Marx: “Todo en la historia ocurre dos veces, la primera como tragedia, la segunda como comedia”. Así lo entendió el movimiento social, que a la semana siguiente volvió a la calle y si no hubiera sido por la llegada de la pandemia en marzo de 2020, otra sería la historia. Como si fuera poco, una nueva perfidia se sumaba al curriculum de Boric: su voto a favor de la Ley Antibarricadas que criminalizó la protesta social y permitió encarcelar a los opositores del régimen de Piñera.

 

Boric, luego de haber derrotado en la primaria contra todo pronóstico al candidato del PC, Daniel Jaude, sucumbe hoy ante el peor escenario: un posible gobierno de extrema derecha, mientras la anomia campea en un electorado que no adhiere al discurso edulcorado de un frenteamplismo neoconcertacionista. Lo que parecía una carrera ganada, su segundo lugar en la primera vuelta llenó de temor al conjunto de la centroizquierda que, desde la DC hasta las agrupaciones de artistas, docentes, académicos y feministas se cuadraron tras él haciéndole campaña a punta de memes y TikToks. El mal menor que rigió el comportamiento electoral durante los treinta años de la postdictadura se asoma hoy como el único salvavidas del octubrismo, rememorando el plebiscito del 88: dictadura o democracia restringida. En el actual teatro de fuerzas políticas, el Deus ex machina del octubrismo consiste en traicionarlo una vez más.




 

Por Hans Frex

 

Síguenos:
error1
fb-share-icon0
Tweet 20



Related Posts

  1. Boric es la salvación de Chile contra el neo facismo «oficial» que se viene con KuKluxKast y los negacionistas de siempre con cara limpia juegan «a medias» para salvarse si es KKKast? TODO CHILE A VOTAR POR BORIC Y SALVAR AL PAIS DEL NEOFACISMO DE KKKAST.

  2. Felipe+Portales says:

    Estoy de acuerdo en la dura crítica que hace Frex del rol de la mayoría del FA -y de Boric en particular- en la suscripción del funesto acuerdo del 15 de noviembre. Fue un acuerdo en la misma línea del acuerdo Concertación-Pinochet de julio de 1989 que significó el regalo de la futura mayoría parlamentaria a la derecha a partir de 1990. Porque era una concesión a la derecha -dado todos los resultados parlamentarios desde 1989, con o sin sistema binominal- de un futuro veto a la Convención por el establecimiento -¡sí o sí- del antidemocrático quórum de los dos tercios El que sorpresivamente no lo haya conseguido en mayo de este año fue una inmensa sorpresa para todos y muy satisfactoria para muchos. Pero ello no borra lo vergonzosa de la intención del 15 de noviembre. ¡Ahora veremos si el FA y el «Colectivo Socialista» aprovecharán o no, ese sorpresivo resultado, para establecer efectivamente una nueva Constitución que siente las bases para la sustitución del modelo chileno!

    Pero creo que dada la peligrosidad ética de un eventual gobierno de extrema derecha de Kast (porque políticamente no podrá hacer mucho dada la correlación de fuerzas en el futuro Congreso) creo que se convierte en un imperativo moral votar por Boric. Aunque mas no sea para evitar el inminente indulto de todos los criminales de lesa humanidad que -dado sus antecedentes- evidentemente haría Kast. Si Lagos se atrevió a indultar al asesino que degolló a Tucapel Jiménez; ¡que no haría Kast al respecto!…

  3. Patricio Serendero says:

    No hay que generalizar al punto de terminar afirmando falsedades. El programa de Boric no es socialista es verdad, sino socialdemócrata, tal como la mayoría del FA. Incomparable con aquel de la Concertación. El solo proponerse el fin de las AFP, educación gratuita y un SNS digno de ese nombre recogen lo que mas de un millón de chilenas y chilenos en las calles reclamamos. Derrotar a Kast es un imperativo. Los izquierdistas de todos los colores que no entienden eso, continuen a leer libros de marxismo, pero por favor de aquí a las elecciones cállense la boca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *