Chile al Día Corrientes Culturales

Alf Gollea: El quijote del comic mapochino

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Nos conocimos en Barcelona en un encuentro que inventamos entre varios

en el casco antiguo, cerca de la rambla de canaletas.

Alf realizó un bello afiche: ”Solidaridad con Chile”, se leía.

Había pinturas de Alvaro Montaner Juan Obilinovic, del chillanejo Víctor Ramírez, Macarena Infante.




Puede que Brumonk leyera unos poemas del “Maletín de Stevenson” y otrxs

leyeran poemas en catalán, alemán, chileno y que Agus cantara a capela la rumba

“a la curva del murrot”.Mientras Nacho proyecta en 16mm “Saló” de Passolini.

Y el hombre pájaro Mapuche cantara para las gaviotas del cultivo de la amistad.

Entre esas breves algarabías sudacas, Alfonso destacaba por su altura cervantina

y su conversación lúcida y tranquila sobre la arquitectura potente de la ciudad condal y lo que dibujaba en la revista “Zero” y “El Víbora”, revistas nutrientes de la cultureta

luego de 40 años de la dictadura Franquista.

Un Arquitecto talentoso al que le encantaba el buen dibujo, la música

y los viajes cercanos o lejanos con su familia y algunos amigos.

A principios de los 80 ambos y algunos del encuentro volvimos a Chile.

Con mi hermana Rosa y nuestro padre Daniel pusimos en marcha el “Garaje Internacional”.

Un viejo Garage de automóviles que se fue transformando

en un espacio cultural todavía analógico. Ya memoria mapochina 1985/1990.

No existía internet y poníamos música en una cassetera con radio.

Y en espacio limpio y amplio pusimos 9 mesas de ping pong.

Las primeras cassetes de Fulano, Electrodomésticos, Sumo, La polla records, Clash.

Vivíamos en el segundo piso de Matucana19.

Vecinos de piso con los artistas Arturo Miranda, Enzo Blondel y Amanda Jara.

Alf fue uno de los que diseñaba los afiches para las tocatas, obras de teatro

y una exposición en varios lugares de la ciudad llamada “A 13 del 2.000”.

Encuentro múltiple que ayudo al retiro del rector designado de la Universidad de Chile.

Federicci. Con Alf y algunos matucaneros brindamos con buenas chelas

y trabajamos una buena paella.

Era un gran paellero y conversador. Sabías que te estaba escuchando.

Acá en Santiago vivía en una ñuñoína casa que diseñaron con su mujer Marcela.

En ella trabajamos lentamente como tres años en pensar crear e imprimir

el libro “Garage Internacional”, junto a Rodrigo Araya y el gran equipo de la editorial Ocholibros.

También logramos semillar y brotar el fancine “Terrígenas”.

Alf le imprimió en su taller de arquitectura. Curioso de los nuevos dibujantes.

Algunos niños y no tanto, recordaran la revista “Kichos” que Alfonso dirigió

a principio de los 90. Recordaba con cariño a Themo Lobos y la gran revista Mampato.

Su hijo me dijo que cuando nos veía trabajar en la mesa redonda del

patio de su casa, había aprendido lo que era trabajar en equipo y con tiempo,

había aprendido del cultivo práctico de las amistades antiguas.

Alfonso hablaba con voz de pariente de Patricio Bañados y de pronto su carcajada

contundente como la del negro Albornoz.

Su hijo Andrés me dijo que hace unos días hicieron una pizza

y conversaron escuchando un disco de Emerson Lake and Palmer.

Esperando que llegara su madre Marcela del trabajo. Brindaron.

El hijo prometió terminar su carrera de Kinesiología.

Era la silenciosa despedida de “un hombre bueno y gran compañero”

dijo uno de sus amigos del colegio, frente al eco de la iglesia

y la emoción de su gente.

 

Por Jordi Lloret

 

 

 

 

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Poeta y gestor cultural

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