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De la Carrera, un ginecólogo de moda  

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Este diputado, cuya lengua se agita a mayor velocidad que sus pensamientos, le señaló a la parlamentaria Emilia Schneider de Comunes. «Respetando su condición, usted no puede exigir su derecho a abortar, porque jamás podrá abortar y tampoco, puede exigir su derecho a menstruar”. Una suerte de examen, realizado por un experto. Nadie, al menos hasta la fecha, conocía la condición de ginecólogo del diputado. Un hallazgo en el mundillo de la política, donde a veces, reina la ramplonería y las intervenciones de los parlamentarios, se las lleva el viento. Gonzalo de la Carrera, también tiene estudios de economía y ha trabajado de locutor radial. Su voz de galán, seducía a quienes lo escuchaban en Radio Agricultura y ahora, la disfrutan sus colegas en el Congreso de Valparaíso. De seguro, estudió canto en una academia, debido a su oficio, y también, impostación de la voz.

A propósito, recordamos las historias de infinidad de tenores, barítonos y bajos que endulzan nuestros oídos, a la hora de escribir. La ópera de todos los tiempos, contribuye a la creación artística. Aquí, le hacemos un homenaje a los niños Cantores de Viena y también a los ‘castrati’, quienes tenían una gran potencia vocal. Un registro amplísimo, que comprendía desde la tesitura de contralto, hasta la de soprano, pasando por la de ‘mezzo’. Junto a una capacidad extraordinaria, y así, acometer los más difíciles pasajes ‘de bravura’, llenos de trinos y ‘coloraturas’. Se entiende por “castrati” a quienes, siendo niños, los castraban con el objeto que mantuviesen su voz aguda.

Tanta versatilidad, convierte al diputado Gonzalo de la Carrera, en un personaje imprescindible en el escenario político. Él llegó al parlamento a quitarle solemnidad a un recinto, que a menudo, fastidia. Cuando habla y opina, tiemblan las graderías del hemiciclo y los muros del Congreso Nacional, se agitan, como si fuesen las olas del cercano mar de Valparaíso. Adiós a la ramplonería y a la siesta. Su fogosa oratoria, acaso semejante a la del insigne Emilio Castelar, es escuchada con reverencia y asombro, por sus detractores y admiradores.

Tiembla el hemiciclo y la musicalidad de su verbo, agita la sangre. Sabe cómo endulzar el verbo, mientras las metáforas, incendian las palabras. Bueno. Estas referencias, hablan de los comienzos de Gonzalo de la Carrera. A partir de aquella época, de su dorada juventud, mientras concurría a los salones de la gente chic. Después, se dejó conducir por la soberbia y las malas juntas, al creerse predestinado. De militancia huidiza, va de una a otra tienda política, buscando refugio. ¿Qué más se puede expresar de quien en calidad de señorito bravucón, abusa de sus antecedentes familiares y se dedica a denostar a sus colegas? Si de verdad quiere demostrar su valentía de lenguaraz, enfrentar a Pamela Jiles y dígale una pesadez. De seguro, va a salir trasquilado.




 

Por Walter Garib

 

 

 

 

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Escritor

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