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La peor política comunicacional es no tener política comunicacional

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Nuevamente Chile sigue liderando el ranking de países con mayor preocupación por el crimen, la violencia y la inmigración, luego de conocer los últimos resultados de la empresa Ipsos (1), lo que no debiera sorprendernos en lo absoluto, ya que sigue predominando una completa desconexión entre los datos reales en el país sobre seguridad y una percepción descontrolada que se tiene sobre ella, que solo refleja la concentración no solo de los medios, sino también de los miedos en el país (2).

 

De ahí que se vuelve necesario poner en el centro de la discusión, el rol determinante que ha jugado esta percepción de inseguridad como factor clave para el fracaso del plebiscito de salida y de la última elección de consejeros constituyentes, en donde la ultraderecha arrasó en votos, lo que se conecta no solo con un voto destituyente de las instituciones, sino también con la incapacidad de nuestro propio gobierno de poder hacer algo al respecto, al no hacer nada con el sistema de medios concentrados en Chile, lo que ha sido un error garrafal.

 

Lo señalo de esa forma, ya que como sector creímos de manera muy ingenua que la fuerte politización de la sociedad durante la revuelta social del 2019, que fue capaz, entre otras cosas, de mover la agenda de los medios de información tradicionales, al poner en el centro la desigualdad y el abuso, iba ser capaz de mover los cimientos de una sociedad profundamente individualista, conservadora y neoliberal.

 

Por el contrario, con el primer acuerdo constitucional y los distintos momentos del proceso constituyente, desmovilizó a la población, que luego con el contexto de pandemia, dominado por el miedo y la incertidumbre de vivir, hizo que la agenda mediática no solo volviera a lo que era antes de octubre del 2019, sino que volviera con mucha más fuerza aún, ya que efectivamente trajo un empeoramiento en las condiciones materiales de la población en general.

 

El problema de todo esto, es que los medios de información concentrados no han tenido ningún contrapeso, por lo que más allá de los errores y torpezas de la misma Convención Constitucional, se dieron un verdadero festín con este órgano, trasladando el malestar social hacia las y los convencionales, lo que trajo consigo el resultado que ya conocemos, y de un nuevo acuerdo constitucional entre los partidos políticos, que está intentando salvar algo que no se ve por donde pueda salir algo bueno.

 

Por lo mismo, lo que más falló y que no fuimos capaces de verlo, fue que luego de la desmovilización ciudadana y la pandemia, el gobierno de Gabriel Boric, desde su primer día, no tuviera una injerencia gravitante durante todo el proceso, y se mantuviera al margen, por temor a sanciones de la contraloría y el ser acusado de intervencionismo por los sectores que estaban por el rechazo desde el comienzo, lo que nos dejó fuera de la discusión.

 

Incluso, nuestro gobierno terminó por alimentar el discurso del rechazo y la idea de aprobar para reformar, luego que llamara a los partidos de izquierda a manifestarse públicamente sobre la propuesta y los problemas que tenía el texto, a través de un documento llamado “Unidos y unidas para aprobar una nueva constitución” (3), el cual solo generó más confusión en la población, dando a entender de lo malo que se había producido en la Convención Constitucional.

 

 

En consecuencia, ni siquiera se pedía que el gobierno enviara un proyecto de ley de medios al congreso, dada la desfavorable correlación de fuerzas en ese espacio, pero si, dado el contexto constituyente, impulsar un Nuevo Sistema de Medios Públicos (NSMP), en televisión, radio y multiplataformas que está presente en el plan de gobierno (4), lo que hubiera permitido disputar una posición, y contrarrestar la feroz campaña del rechazo desde los grandes medios privados.

 

Asimismo, un Nuevo Sistema de Medios Públicos (NSMP), hubiera permitido acercar a la ciudadanía a contenidos y formas distintas de ver el país, diferentes a las de los grandes medios, desde un enfoque de género, ecológico, intercultural y descentralizado y que valorara la pluralidad existente, permitiendo así que las y los chilenos pudieran acercarse más a lo que se estaba discutiendo y aprobando en la Convención Constitucional.

 

Además, esto hubiera permitido que el gobierno instalara de manera más fácil un relato constituyente, centrado principalmente en el Estado Social y Democrático de Derecho, que dado el contexto de pandemia, cobraba mucho sentido, ya que las y los chilenos necesitaban a un Estado presente y no neutro durante el proceso, lo que se conectaba además con las demandas del 2019, en donde la falta de derechos sociales fue clave

 

Lamentablemente la historia no fue así y nos farreamos el proceso más democrático y participativo que hayamos tenido nunca como país, encontrándonos en un momento desconstituyente, liderado por una ultraderecha que no le interesa en lo más mínimo construir un nuevo pacto social, y que usa el discurso de la violencia de los grandes medios para sumar día a día personas que no ven otra salida más que el punitivismo y la represión del Estado como alternativa.

 

Dado el escenario actual y el derrumbe del proceso constituyente en Chile, es hora que como sector entendamos de la importancia de tener una política comunicacional en serio, que como bien planteó Pablo Iglesias, luego del resultado del plebiscito en un foro (5), y al escuchar el testimonio de Beatriz Sánchez sobre el rol que jugaron los grandes medios durante todo el proceso, es clave democratizar este poder, aunque personajes como Eugenio Tironi aún crean que es algo que no debiera impulsar el Estado.

 

Dicho lo anterior, si nuestro gobierno cree que podrá instalar un relato distinto al de seguridad en los mismos medios concentrados, con las mismas reglas, buscando algún titular que nos beneficie para alguna medida y/o reforma, o solo mejorar el trabajo de la Secretaría de Comunicaciones (Secom), para comunicar mejor los logros del ejecutivo, podemos esperar sentados, ya que no va tener grandes efectos, y menos con la arremetida republicana, por lo que luchar porque la comunicación sea un derecho, debiera ser una prioridad.

 

A quitarse el miedo con los medios de información y a politizar la comunicación, que nadie está pidiendo un Estado que controle todos los medios y censure a quienes piensan distinto, solo pedimos que no sean escuchadas solamente las mismas voces de siempre y que se regule un poder que pareciera intocable, en donde no solo grandes medios tradicionales instalan su agenda, sino también mega plataformas digitales, hacen lo que se les da la gana con la extracción de datos personales y algoritmos.

 

Por Andrés Kogan Valderrama

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Sociólogo Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa Militante de Convergencia Social: https://sites.google.com/view/cslascondes

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  1. Margarita Labarca Goddard says:

    Es malo no tener política de comunicaciones, pero peor es no poder tenerla. ¿Y por qué este gobierno no puede tener esa política, aunque quiera? Pues porque no tiene ni un medio de comunicación masiva independiente o de izquierda: ni diario, ni radio ni televisión. Nada de nada, porque la propia Concertación, desde que se acabó o medio se acabó la dictadura, se dio el trabajo de acabar con todos los medios que había durante el pinochetismo y darle todos los avisos fiscales a El Mercurio, tal como dice Felipe Portales. Esto está perfectamente documentado, pero poco se sabe porque no hay dónde darlo a conocer. Para que se pueda medir la magnitud de este asunto, les recordaré que Agustin Edwards Eastman, dueño del Mercurio, viajó personalmente a Estados Unidos y habló con Nixon y con Kissinger para que intervinieran en Chile a fin de derribar al gobierno del doctor Salvador Allende, legítimamente elegido. Semejante cosa en cualquier país del mundo se llama traición a la patria y se castiga con las penas más graves. Pues a Agustín Edwards toda la izquierda de la post dictadura le rendía homenaje y pleitesía. Hay una foto que demuestra esto, pero no se puede copiar aquí. Si la quieren ver o copiar, está en mi página de Facebook, en un escrito que se llama ¿Por qué estamos como estamos”
    En ese homenaje a Agustín Edwards, aparecen de izquierda aderecha: Marco Enriquez Ominami (MEO) hijo de Miguel Enriquez, Jorge Arrate, dirigente socialista, ex candidato a la presidencia de la República , Alejandro Navarro, ex parlamentario socialista y después independiente de izquierda, Agustin Edwards Eastman, Adolfo Zaldivar, ex senador demócrata-cristiano, Eduardo Frei Ruiz Tagle, ex presidente de Chile cuyo padre fue asesinado por la dictadura.

  2. Felipe Portales says:

    El «pequeño» problema es que fue precisamente la Concertación la que exterminó virtualmente todos los medios de comunicación de centro-izquierda en la década de los 90 y 2000 porque se convertirían en la verdadera oposición, luego del viraje derechista experimentado por el liderazgo de la Concertación a fines de los 80, tal como lo reconoció crudamente Edgardo Boeninger en su libro de 1997, «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad» (ver en PDF; pp. 367-370). Y lo hizo, discriminándoles el avisaje estatal; bloqueándoles apoyos del exterior; comprándoles medios, por personeros de la Concertación, para luego cerrarlos; o negándoles indemnizaciones por confiscaciones de la dictadura. Y tanto la ex Concertación como el actual gobierno continúan en esa política. ¡Sí! el propio Boric -pese a que cuando era diputado se solidarizó con Victor Pey y «Clarín»- ¡hoy, igual que la Concertación, se niega incluso a cumplir con un fallo de la Justicia española que le ordena restituir los bienes del «Clarín» a los herederos de Pey…

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