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Delincuencia ¿Terapia intensiva?

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Para Platón (La República), las sociedades son como los cuerpos enfermos, están desequilibradas, pues sufren el ataque de diversas enfermedades. Un buen médico es aquél que trata muchas enfermedades, incluso las propias, por tanto la actividad más apta para manejar los reinos es la del gobernante médico.

 

Cuando un paciente sufre de una enfermedad riesgosa, como un cáncer, los médicos pueden optar entre un arsenal de terapias o procedimientos. Lo cierto es que cuando se descubre ese mal, tanto el paciente como la familia entran en shock y piensan los escenarios más negros, es como anunciar la sentencia de muerte y hasta la parentela comienza a visitar sus médicos de cabecera para ser diagnosticados; todos se asustan, el temor se hace carne y los médicos se benefician de esa  hipocondría hecha plaga o pandemia obsesiva.

Los medios de comunicación y sus periodistas, abrazados a los expertos, lanzan sus filípicas tremebundas, lo que beneficia al rating del momento y a los políticos que florecen y cosechan de tales calamidades públicas.

El  mal existe, como el cáncer, pero la sociedad tiene muchas formas de combatirlo. Nadie niega que estamos en presencia de una delincuencia 2.3, mucha de ella importada desde países que vienen muy adelantados a nosotros en experiencias de crisis sistémicas, con pobreza sistémica, con corrupción de las élites, también sistémica, y una delincuencia forjada desde el narcotráfico y del abandono social, que profundizó lo suficiente como para llegar a criar estos “cuervos” que se dedican a comer los ojos de esas mismas sociedades y que, además, se transforman en producto de exportación hacia las regiones “sanas” (Oásis) del organismo como verdaderas metástasis.




Eso es lo que tenemos en la realidad de nuestra región latinoamericana. Sería largo hacer un recuento histórico de la causalidad de estos males, tanto en Colombia, Perú, Bolivia, Méjico y Estados Unidos de Norteamérica, hasta llegar a nuestro propio país, que se ve, ahora, infectado de una violencia de bandas con diversos grados de organización y que atemorizan a nuestra población, dada lo salvaje y violento de los espectáculos que se nos ofrecen en la vía pública y que se repasan hasta el paroxismo en los medios televisivos.

Indudablemente nuestros medios de control y represión no estaban preparados para esta invasión delincuencial. Chile era y sigue siendo una sociedad de baja criminalidad, por tanto sus policías no contaban con la experiencia de esta otra forma de mal social tan desafiante y desalmado.

¿Qué propones los expertos y opinólogos?

Como es normal, si usted pone el micrófono a disposición del público, encontrará toda clase de reacciones: unos le hablarán del castigo de Dios, así es que a elevar plegarias, otro dirá que es la mala raza, algunos propondrán la bomba atómica (alguien lo hizo por allá por Israel, gracias a Dios no poseemos ese tipo de armas, porque fulanos que opinen así, por acá también los hay, y de sobra).

 

Pero si dejamos la palabra a los políticos, veremos que sus propuestas también son bastante antojadizas. Casi todos son sensatos, pero con gradualidad y progresividad en los atributos de la cordura.

El senador Moreira, versión post-católica, sorprende por argumentación; plantea que no es muy adecuado andar declarando Estado de Excepción, por cualquier cosa, pues eso significa dejar sin derechos no sólo a los delincuentes, sino a los inocentes también.

Otro, como el gobernador Orrego, plantea el Estado de Excepción aplicable a su Región (el hombre tiene sus pretensiones), y por cierto a las que ya sufren de tal estado: Macro zona sur y zona Norte del país. Otro, como el diputado Soto, señala que debe aplicarse en todo el país el Estado de Excepción, porque si se hace parcial, los delincuentes irán migrando de una región a otra.

Volviendo a los médicos de Platón……¿Cómo hace la medicina moderna frente a los tumores que aparecen en varias partes del organismo?

Primero la biopsia, con eso tienen claro qué tipo de tumor es, cuál es su nivel de agresividad y luego un escaneo para saber cuál es su real difusión y si se encapsula o se difunde con relativa velocidad.

Una vez que se tiene claro a qué mal se enfrenta y su grado de penetración, debe armar su plan de tratamiento.

Lo lógico es que inicialmente se refuercen las defensas del organismo (fortalecer las fuerzas policiales y las fronteras defensivas); luego recurrir a los medicamentos más modernos y efectivos (con qué armas se opera en la lucha frontal contra las células tumorales específicas); tercero, tratar de focalizar el tratamiento (tumor por tumor); cuarto, descubrir dónde está el tumor original del que derivan los restantes (inteligencia infiltrativa).

Si usted tiene ese plan, con un mapeo exhaustivo, podrá ir operando desde las zonas más peligrosas a las menos agresivas, con una sistematicidad que evite la fuga de más células y debilitando la capacidad agresiva y expansiva del mal.

 

En otros tiempos, cuando las tecnologías disponibles eran menos sutiles, se irradiaban todos los tumores o se extirpaban de manera no preventiva, con los cual se dejaba al paciente hecho un cartón de piedra o difundían las metástasis en las cirugías radicales, acelerando al mortalidad.

La quimioterapia masiva (y extremadamente tóxica), también se aplicaba de manera indiscriminada, proceso que mataba a muchos pacientes durante el tratamiento o lo dejaba tan aniquilado que moría poco después (es similar a la propuesta de la “operación rastrillo”).

La ciencia médica ha aprendido a diagnosticar más finamente, a evaluar más ponderadamente, a proponer tratamientos diferenciados, según sea la cualidad específica del mal que nos aqueja. No como la terapia pasotista de Netanyahu  de “tierra arrasada”, en la que se bota el agua sucia junto con el inocente bebé.

Como señalamos, Platón aconsejaba en su “República”, que los reinos debían ser gobernados por médicos, porque las sociedades sufren de enfermedades de diversos tipos y que la metodología de los galenos es la más adecuada para tratar los males de las sociedades.

Nuestros políticos que postulan el Estado de Excepción nacional o local, equivalen a aquellos médicos que siguen aplicando la quimioterapia masiva apenas asoma un tumor;  los que postulan hacerlo en la Región Metropolitana, al menos aplican la terapia radical pero selectivamente, es decir abonan el beneficio de la focalización (por ahora). Finalmente, hay quienes presentan la terapia moderna del uso de la inteligencia infiltrativa,  para ir desmontando tumor por tumos hasta llegar al causante, el origen de esta agresión.

Creo que la institucionalidad actual ha sido sorprendida por un tipo de delincuencia asociada en bandas transnacionales, sumamente desafiantes y armadas hasta los dientes. No tienen empacho en matar policías y usar armas de guerra con tal de dominar sus territorios y expandirse.

Pero la policía chilena tiene capacidad operativa como para ir atacando los focos más agresivos y organizados. De hecho lo viene ejecutando y con la mayor dotación planificada y la ayuda de la sociedad civil, que en estos casos son de gran ayuda, se pueden desbaratar los núcleos más importantes que anidan en nuestro territorio.

Lanzar un escarnio contra todos los migrantes no es una política muy lúcida, pues de 1000 migrantes, no serán más de 10 los que vienen con el propósito de delinquir. Y es sobre esos 10  que debe recaer el ejercicio persecutorio, no sobre los 990 restantes. El tratamiento intensivo debe ser focalizado y sustentado en la acción de inteligencia. Este desafío lo podemos asumir y nos dejará la experiencia suficiente para combatir también a nuestros delincuentes que “roban poquito” y aquellos de cuello y corbata, que roban en cantidades muy respetables y son defendidos por abogados de gran prosapia, lo que les permite ser condenados a penas tan extremas como las “clases de ética”, reclusión remitida a sus haciendas o balnearios de elección.

 

Sabemos que entre nuestra fauna política hay quienes aman militarizar al país. Adoran a Pinochet y oran por su retorno para instalar el Reino prometido. Estos adoradores del becerro uniformado, van corriendo el cerco de Región en Región, hasta que se logre la militarización total.

Se sabe que esa no es solución, que lo de Bukele en el Salvador no es aplicable en Chile, porque lo de Bukele es una dictadura (se raspó al Parlamento y a los Tribunales de Justicia), y Chile ya vivió esas calamidades…y no se resolvió nada, por el contrario…..,desde esos tiempos se va abonando la larga génesis de estos males en Chile y América Latina: pobreza, desigualdad extrema, corrupción de las élites económicas y políticas, anomia social y nihilismo cultural (todo está permitido), es decir una sociedad del abuso.

 

Y la violencia, como el veneno, si no se administra de forma moderada, termina matando al paciente.

 

Por Hugo Latorre Fuenzalida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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