Medio Ambiente

La catástrofe ambiental bajo la mirada de Sara Larraín: últimos minutos para la acción en un mundo que no pasa este siglo

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El calentamiento global, con su efecto más directo en el cambio climático, ha logrado abrirse paso y destacar como tema de portada de periódico. Logra imponerse como información, pero sin duda como tragedia, con certeza el mayor drama que vive el planeta, al menos desde los inicios del neolítico aun cuando no pocos paleontólogos y geólogos estiman que desde hace períodos mucho más largos. En este drama, en el que participan todas las  especies, hay una que es gran protagonista. Nosotros, también víctimas, pero sin duda los grandes y únicos culpables. Es tragedia, como lo es un suicidio colectivo.

 

 

Los incendios en el Amazonas durante este cálido y seco agosto en el corazón, que es también pulmón, sudamericano han remecido finalmente conciencias. Muchas, pero no todas. Entre las ausentes están los fundamentalistas del mercado, los obsesivos por el crecimiento y el lucro y la odiosa casta de negacionistas, entre los que destacan no solo  políticos enceguecidos por el poder y la riqueza, sino casi toda la extensa gama de empresarios, inversionistas y oportunistas. Con todos ellos en la cima del poder, tal como escribió en su oportunidad el crítico cultural británico Mark Fisher, que he citado también en un reciente artículo, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Probablemente cuando no quede árbol en pie ni gota de agua en los ríos, seguirá un capitalista negacionista climático ideando un negocio con la tragedia.

 

En estos febriles y deprimentes días pensamos con quién conversar. Quién nos podría dar una palabra sabia para pasar este momento. Y allí estaba Sara Larraín, directora de Chile Sustentable, con certeza la mayor especialista en Chile en esta materia además de activista histórica en la defensa del medio ambiente.

 

Este es un proceso largo. Todos hemos sido advertidos del desastre desde antes de Kioto. ¿Y qué han hecho los gobiernos? Sin metas claras o suficientes, ¿podemos pensar que ya es tarde para revertir el daño?




 

Los gobiernos se dieron cuenta que no se podía revertir el calentamiento global según el Protocolo de Kioto (adoptado en 1997 y en funciones desde el 2005), por tanto en Cancún (2010) decidieron que la meta sería que la temperatura no suba 1,5 grados en este siglo. Eso es un fracaso político de marca mayor del sistema de Naciones Unidas y obviamente de la comunidad que la compone. Pero nunca lo enfrentaron como un fracaso. Así hasta el 2015, con el Acuerdo de París. Recién aquí los países hicieron alguna oferta de reducción, algunos compromisos más allá de los bonos de carbono, entregados al sector privado para que a través del mercado se resolviera el problema del calentamiento global. En el acuerdo de París cada país hizo su ofrecimiento y se dieron cuenta que no les daba el tiempo para revertir y reducir el CO2 a niveles previos a la era industrial. Más aún. Respecto a los compromisos, los científicos hicieron una evaluación y a los tres días dijeron que el acuerdo logrado no servía para mantener la temperatura global bajo dos grados más.Con esos compromisos la temperatura global subirá este siglo entre 3,5 y cuatros grados.

 

Eso es una catástrofe

 

O sea… Ya la catástrofe la tenemos entre 0,8 y uno grado. En este minuto estamos con un grado más y mira la catástrofe, huracanes, tsunamis, aluviones en Chile. Imagina con 3,5.

 

Pese a todo, tú ves algún avance en el Acuerdo de París

 

El Acuerdo de París, en la medida que después del fracaso de Copenhague, cuando no se llega a ningún acuerdo, reemplaza la agenda de implementación de Kioto. Había que rearmar en otra estrategia hacia dónde iría la política climática después del fracaso del mercado de los bonos de carbono. Por lo menos en París hubo un compromiso, los gobiernos tomaron en sus manos la responsabilidad. Como Estado me comprometo a reducir, en el caso nuestro, 30 por ciento las emisiones al año 2030 en relación a la línea de base que tenía el 2017 y a plantar cien mil hectáreas de bosque nativo y a manejar otras cien mil hectáreas para captura de CO2. Así todos los países se comprometieron con ciertos avances. Por eso que el acuerdo de París tiene al menos este paquete de compromisos, que antes no existía. Estábamos en la inacción misma en medio de un aumento de las emisiones.

 

 

 

Esa es la mirada optimista. Pero la situación está muy difícil. De partida, Trump se retira y nadie le puede decir nada.

 

Es positivo el Acuerdo de París en que al menos hubo una cierta articulación y voluntad política de ofrecer algo. El problema es que no es vinculante, por eso Trump se retira y no hay penalización ni tribunal ninguno. Por otra parte, los compromisos no alcanzan. Pero el tema de la COP acá es que son negociaciones sobre un marco que no es suficiente porque los compromisos, incorporando a Estados Unidos con los compromisos que hizo Obama, no dan para dos grados más sino para 3,5 o cuatro. Entonces, falta voluntad, ambición, según el lenguaje de la ONU, pero falta compromiso de hacerse responsable del desastre que estamos viviendo. Es por eso que António Guterres, secretario general de la ONU, llama ahora en septiembre a una reunión en Nueva York, a una Cumbre por la Acción Climática. Será antes de la Cumbre COP25 de diciembre en Santiago y le llama Cumbre de la Acción Climática porque invita a todos los gobiernos a ir a Nueva York a ofrecer mayor ambición.

 

Será más importante que la de Santiago

 

Definitivamente. Si no tenemos mayores ambiciones las negociaciones de Santiago van a tratar el plan de implementación de los compromisos de París, pero es un plan para unas metas insuficientes. Por lo tanto lo que puede dar un giro es Nueva York. Todas las organizaciones de la sociedad civil nos estamos jugando por presionar acá a nuestros gobiernos  y a nivel internacional hacer un gran momentum en Nueva York entre el 20 y el 27 de septiembre. O los países ofrecen más o ya será tarde.

 

 

¿Nueva York cambiaría la agenda de la COP25?

 

Si es que hay mayores compromisos de los países. No cambiaría una agenda completamente, pero va a generar un mayor espacio para cada uno de los temas. Por otro lado va a dar la señal de que las Comunicaciones Nacionalmente Determinadas, famosas, NDC, que son técnicamente los compromisos de los países, tengan esta ambición mayor. Las NDC quedarían afiatadas con este nuevo nivel de ambiciones, que se acordaría en Nueva York. Pero nadie sabe si eso va a ocurrir o no. Hoy en día estamos mal no solo por Trump, sino porque la Unión Europea, que fue el líder en cuanto a mayor compromiso de la agenda climática, está en problemas. Ellos no alcanzaron y no tienen el compromiso de todos los países de la UE para tener el objetivo de carbono neutralidad el año 2050. Y si no logramos carbono neutralidad ese año esto se viene abajo.

 

Nuestra agenda de descarbonización es lo que las empresas ofrecieron. En qué país del mundo la propuesta pública de descarbonización es el conjunto de lo que ofrecen las empresas.  Nuevamente está la mentalidad Kioto y los bonos de carbón. La descarbonización entregada al mercado, con unas empresas que se comprometen de aquí al año 2025 a cerrar ocho centrales que no es ni siquiera el 20 por ciento de lo que tenemos y que el resto de las veinte centrales queda abierto a un futuro gobierno para un proceso de negociación. ¡Eso no puede ser!

 

¿Ese es también el compromiso que tiene Chile?

 

Es anuncio, no es compromiso. Bueno, Piñera en Japón se sacó la foto con Angela Merkel, con Trudeau, con Macron para carbono neutralidad 2050, pero es un anuncio. No es un compromiso porque no hay un cronograma de cómo lo va a lograr ni con qué medidas. Ese programa y esas medidas deben estar en la próxima NDC. Es el compromiso nacional a la convención. En esa NDC debe salir cuánto el país se compromete a reducir respecto a emisiones, cómo se va a adaptar en las áreas de dificultad.

 

Hace un mes atrás respecto a este asunto, el presidente de la Sofofa, Bernardo Larraín Matte, decía porqué debemos reducir las emisiones nosotros, que apenas emitimos el 0,3 por ciento del total mundial.  Por otro lado, tenemos un presidente obsesionado por el crecimiento económico que apoya proyectos carboneros como Mina Invierno. Aquí hay un problema o una contradicción mayúscula.

 

Hay que ser bien honesto. Yo creo que en Chile el problema de mayor ambición de descarbonización no es un problema de Pîñera. Lo es en cuanto él es el presidente, pero es un problema del egoísmo del sector empresarial. Peor aún, porque después de todo Bernardo Matte es de la nueva generación, que debiera estar más educada, más globalizada y debiera entender lo que está pasando a nivel mundial. Empresarios que se llenan la boca de ser miembros del CLG, que es el club de los empresarios contra el cambio climático que preside el Príncipe Carlos. Entonces están ahí, llenos de fastuosidad, en cócteles hablando de cambio climático y cuando llega el minuto no se comprometen sino obstaculizan. Es simplemente una ceguera que los va a llevar a ellos mismos, a sus sectores económicos y a sus empresas al fracaso. Yo creo que aquí hay un tremendo doble estándar cuando piden más y más tiempo para adaptarse porque es un sector que tiene plata, capacidad técnica y está internacionalizado. Aquí hay un tema, que es la obsesión por el lucro y que a nivel nacional se llama PIB.

 
 

 

En la escena internacional uno podría decir que políticamente está más difícil que hace un tiempo. Hay evidentes negacionistas

 

El paradigma negacionista de Trump es el fenómeno ético y político que nos preocupa. Porque Trump es la caricatura del paradigma negacionista. Bernardo Larraín Matte no dice las cosas de la forma en que lo dice Trump, pero no es tan diferente.  Un tipo que se niega a ir más allá con la excusa de que somos un 0,3 de las emisiones, un tipo que además es dueño de una empresa que tiene una central a carbón y que puede hacer mucho como líder empresarial, no jugar ese liderazgo y negarse justificando que somos un país pequeño…   El es parte de las cuatro empresas con mayores emisiones: el 78 por ciento de las emisiones de CO2 en Chile corresponde al sector energía a diferencia del resto de América Latina.

 

En un país con otras grandes capacidades de generación

 

Pero hoy día la capacidad instalada nuestra es de aproximadamente un 50 por ciento térmico. En el carbón, las 28 carboneras corresponden al 91 por ciento de las emisiones de CO2 de todo el sector de generación eléctrica. Y de eso son dueños cuatro empresas. La estadounidense Aes Gener, la francesa Engie, la italiana Enel, y Colbún, de los Matte. Son cuatro tipos que podrían resolverlo en un desayuno con Piñera.

 

Y lo resuelven para favorecerse

 

Nuestra agenda de descarbonización es lo que las empresas ofrecieron. En qué país del mundo la propuesta pública de descarbonización es el conjunto de lo que ofrecen las empresas.  Nuevamente está la mentalidad Kioto y los bonos de carbón. La descarbonización entregada al mercado, con unas empresas que se comprometen de aquí al año 2025 a cerrar ocho centrales que no es ni siquiera el 20 por ciento de lo que tenemos y que el resto de las veinte centrales queda abierto a un futuro gobierno para un proceso de negociación. ¡Eso no puede ser!  Ellos, las empresas, no pueden llevar la agenda de descarbonización en Chile.

 

Estamos con un problema serio porque hay un discurso ambientalista, porque hoy se ve mal negar el cambio climático, pero en el fondo al negarse a tomar las medidas adecuadas se está cayendo en el mismo negacionismo. Es un doble estándar. Es cinismo, que es peor. Es un negacionismo disfrazado de buena voluntad. Es un negacionismo más cinismo.

 

¿En los empresarios y los políticos?

 

Yo diría que el empresariado tiene totalmente cooptada a la clase política. Uno, por el lado del crecimiento económico, y con el terror del desempleo. Que cerrar las carboneras, que Isla Riesco. Para eso las empresas mueven a los sindicatos, trabajadores funcionales al capital para que no cambien las políticas públicas y prefieren que sus hijos se envenenen. Volvimos a este paradigma súper complejo de inicio de la resolución de los problemas ambientales. El sector social tradicional de izquierda era contrario a avanzar en la agenda ambiental porque tenía la amenaza de que los trabajadores iban a perder los empleos. Pero hay otras formas de hacer las cosas, que incluso generan más empleos. Si en el fondo el problema de la pérdida de empleos no son las condiciones ambientales, sino la automatización, robotización. Por ahí viene la pérdida de empleos. Por un capitalismo eficientista y no entender el empleo, el trabajo, como un factor de convivencia importante de las políticas de desarrollo.

 

 

 

Las emisiones de CO2 se sienten en todo el planeta. Pero en Chile uno de sus efectos lo tenemos en el agua.

 

El problema mundial son las emisiones. Pero en el caso de Chile no solo el problema más directo es el agua, sino también las emisiones. Porque el CO2 no viene solo en las plantas de carbón. Viene con contaminantes locales, con dióxido de azufre, material particulado, óxido de nitrógeno y lo que tienes además son las 28 carboneras concentradas en cinco comunas.

 

La política ha sido esperar que decante cuanto suben los niveles de esas sustancias

 

Es que no decanta. Porque cuatro de esas cinco comunas están saturadas de contaminantes. Tienen planes de descontaminación que no se han cumplido, en una de ellas hemos tenido una crisis grave de intoxicación el año pasado y este año nuevos casos de intoxicación. Las estadísticas de mortalidad y morbilidad en Tocopilla y Huasco, donde el sector industrial no es diversificado y consta principalmente de termoeléctricas, son altísimos en relación al resto del país. No es solamente contaminantes globales, al mismo tiempo contaminantes locales. Hay una urgencia ética y política de reducir las emisiones de CO2 y reducir los contaminantes locales. En el caso de Chile tiene una doble cara. No es solo que somos el 0,3 por ciento. Porqué. Somos el 0,3 en CO2, pero tenemos concentradas en cinco zonas de sacrificio las emisiones locales de esas mismas carboneras. Bernardo Larraín miente. Está mostrando la mitad. Y es grave. Porque en estas zonas del país, saturadas, se están superando las normas que hemos aceptado como sociedad, que son esa cantidad de muertos por esas emisiones.

 

Chile está calificado como uno de los países con más graves problemas hídricos. ¿Hacia dónde vamos?

 

A nivel internacional esto está totalmente sancionado. Chile es uno de los países con mayor inseguridad hídrica. Creo que el país lo ha experimentado en los últimos años. El año pasado terminó con una ola grande de sequía y este año es peor. La verdad es que todos sabemos desde los primeros informes de la IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio climático) que la reducción de precipitaciones y el aumento de temperaturas en conjunto va a tener una incidencia estructural sobre la provisión de los recursos hídricos. No solo derretimiento de glaciares y aumento del nivel del mar, sino claramente procesos serios de desertificación. Los escenarios de proyección son tremendamente dramáticos, y en el caso de Chile hemos tenido periodos críticos, no solamente la población rural servida con camiones aljibe, sino que casi todas las cuencas hídricas están sobreexplotadas hasta la Región de los Ríos, en tanto las aguas subterráneas están sobre explotadas hasta la región del Maule, y resulta que este año ha sido declarado en emergencia agrícola Coquimbo, Valparaíso, O’Higgins y la Metropolitana Costa. El ministro de Agricultura Antonio Walker desinforma porque dice que tenemos una sequía, que hemos declarado emergencia agrícola (para liberar fondos) pero la verdad es que no es solo sequía. Es sequía con cambio climático y por lo tanto el próximo año la emergencia no será hasta O’Higgins sino hasta Maule y la siguiente hasta el Bío Bío. Es dentro de un proceso en que el ministro debería decir que si queremos seguir con la misma cantidad de hectáreas tenemos que tecnificar riesgo, sacar a la minería de las zonas cordilleranas para permitir que el agua llegue a las ciudades, a la producción de alimentos. O sea, implica una reconfiguración del desarrollo nacional para adaptarse a esa nueva condición climática. Pero eso no ocurre.

 

En esto el código de aguas amplifica el problema

 

Absolutamente. Acá hay una condición físico química que es el calentamiento global y los cambios climáticos en consecuencia de este calentamiento global. Pero claramente hay aquí un factor del código de aguas. Se ha otorgado un exceso de derechos de agua, por encima de los que tienen las cuencas. Prácticamente todas las cuencas de la zona central están sobre otorgadas. Segundo, hay una excesiva concentración de derechos de agua a perpetuidad por parte de algunos actores, y obviamente está el problema debido a que el código de aguas no tiene una priorización de usos. En Chile el acceso al agua se establece a través de reglas del mercado y la concentración ha ido creciendo, en tanto los sectores que no tienen capacidad adquisitiva no tienen agua. El Estado, como ha otorgado todos los derechos, tampoco tiene agua para proveerlos.

 

El código de aguas chileno no tiene priorización de uso como todos los códigos de agua del mundo, que tampoco permiten la privatización sino que el agua sigue siendo estatal y se entrega en concesiones de uso. Está priorizado el acceso al agua de las personas, de los ecosistemas y después el lucro. Acá en Chile, el fin de lucro primero y después que los otros se las arreglen como puedan. Existe el calentamiento global pero tenemos unas reglas legales que agravan la situación y que impide las posibilidades que el Estado mismo pueda resolver la situación, como, por ejemplo, la reasignación.

 

Si eso no se hace, cómo se resuelve esta crisis social. ¿La resuelve la reforma al código de aguas?

 

La reforma al código de aguas, si logra aprobarse pese a las presiones de la derecha y la SNA, le entrega herramientas al estado para avanzar en prioridades sociales, ambientales y de uso del agua. Después de eso estaría el lucro. Estamos en las finales del proceso legislativo, pero pueden pasar todavía un par de años.

 

PAUL WALDER

 

 

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