Crónicas de un país anormal

La plutocracia argentina y la adicción a la deuda

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El primer empréstito lo contrajo el  ministro del gobierno de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, en 1822: se pedía a Bering Brother la suma de un millón de libras esterlinas, de las cuales el Estado recibiría el 70%, y el 30% restante para comisiones e intereses; cuando alguien preguntó por el respaldo, el ministro José Manuel García respondió que la Provincia de Buenos Aires tenía $600.000 mensuales, por consiguiente,  cualquier persona con sentido común, se daría cuenta de que no tendría ningún sentido el solicitar un crédito; el ministro lo justificó sosteniendo que la deuda permitiría insertarse en la economía internacional.

 

Con los  intereses, comisiones y fraudes dicho préstamo se multiplicó por miles de libras, y sólo pudo ser pagado a comienzos del siglo XX.

 

Hacia 1946 se fundó el Fondo Monetario  Internacional, (FMI), con el fin de socorrer a los países en riesgo económico y, además, regular el sistema monetario. Juan Domingo Perón se negó a integrar a Argentina al FMI, en un gesto nacionalista que lo honra. Con la Revolución Libertadora, que derrocó a Perón, Argentina se integró a dicha institución, comenzando con la adicción al crédito.

 

Durante el gobierno de Isabel Perón, con su “mago” José López Rega,  y del ministro de Economía, Celestino   Rodrigo, se aplicó una draconiana política de austeridad que, hasta hoy, se llama el “rodrigazón”. La última dictadura militar Argentina  se endeudó de tal forma que se hizo imposible su pago. En ese entones el economista Domingo Cavallo era presidente del Banco Central, y no se le ocurrió nada mejor que el fisco absorbiera la deuda de los privados.




 

El matrimonio entre el FMI y los sucesivos gobiernos argentinos terminó convirtiéndose en un “amor carnal”, como lo expresó el ministro de Menem, (Cavallo) respecto a los Estados Unidos.

 

En el FMI Estados Unidos cuenta con el 16% de poder de votos; África, por ejemplo, el 1,6%, y Chile, Argentina y Paraguay, apenas el 1,8%.

 

El FMI concede créditos stand-By a los países, es decir a cuotas condicionadas al cumplimiento de metas que, por lo general, las exigencias se centran en tener dinero para pagar la deuda mediante políticas de austeridad, (rebajar sueldos, preferencialmente a jubilados y funcionarios, y ojalá, privatizar empresas del Estado).

 

Raúl Alfonsín pidió un préstamo al FMI para implementar el famoso “Plan Austral”, que fracasó junto con la hiperinflación y, lógicamente, llegó el momento en que el FMI le soltara la mano.

 

El delincuente Carlos Saúl Menem no tuvo ningún problema para endeudarse con el FMI y, posteriormente, financiar la paridad peso-dólar – era la época del dinero dulce, y abundaban los viajes a Miami y Europa por parte de la clase media aspiracional -.

 

El radical Fernando de la Rúa continuó con la política económica de Menem, y la paridad era muy popular entre los ciudadanos, quienes estaban felices, pues podían ahorrar en dólares, (algo similar pasó en Chile, durante el gobierno de Pinochet, con el dólar a bajo precio).

 

Domingo Felipe Carvallo, nuevamente fue nominado por el Presidente De la Rúa como ministro de Economía, (antes lo había sido de Menem), pero esta vez el dinero no alcanzó para financiar la paridad y tuvo que aplicar el llamado “corralito”, por el cual sólo se permitía sacar de los cajeros automáticos una ínfima cantidad de dinero. El default terminó por derrocar al Presidente De la Rúa.

 

Después de cinco Presidentes, Eduardo Duhalde, Presidente interino, se  vio obligado a convocar a elecciones presidenciales, y en la primero vuelta ganó Carlos Menem, pero captó que no podía vencer en la segunda, por consiguiente, renunció a ser candidato, en consecuencia, quedó como ganador el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, un “pingüino muy desconocido, quien ha sido el único Presidente de la transición que ha pagado la deuda contraída con el FMI y los privados.

 

Para reubicarnos en la actualidad,  ayer 15 de agosto, Macri anunció que algunos  alimentos básicos no pagarían el 21% del IVA, y además, aumentaría el sueldo mínimo, medidas claramente populistas que, por cierto, pueden aliviar temporalmente la vida cotidiana de  los ciudadanos, si es que esta medida no es licuada por la inflación.

 

El candidato Alberto Fernández es un estadista y un hombre serio, y con razón, le ha pedido al Presidente Mauricio Macri que no use las reservas para evitar que siga subiendo el dólar.

 

En toda crisis surgen personajes que antes eran desconocidos, o bien, limitados a su radio de acción: son los casos, por ejemplo, del economista neoliberal, Javier Milei y de la senadora Elisa Carrió; en el caso de Milei, se da el lujo de profetizar al afirmar que esta crisis es peor que la de la hiperinflación de 1989 y el default de 2001 – a la gente le “encanta” el terrorismo económico, pues siempre tenemos algo de sado –masoquismo; Elisa Carrió, en el Consejo Ampliado  de Ministros, reafirmó  su amor por los ojos azules de Mauricio Macri, dispuesta a morir con él, y además repitió la estúpida y antidemocrática frase de que “no  los van a desalojar de La Casa Rosada”.

 

Es evidente que en tiempos apocalípticos los seres humanos buscan salvadores que los saquen del pantano: hoy aparecen Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen, ambos personeros fueron exitosos en las  tratativas de pago  de la deuda externa, contraída con el FMI.

 

Como ocurre con los adictos al alcohol, al tabaco y a los estupefacientes, habría que someter a los gobiernos argentinos a una terapia intensiva a fin de que dejen de depender de la deuda externa y centren su atención en la producción e industrialización.

 

Bibliografía fuentes

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/08/2019

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