Crónicas de un país anormal

Chile: el decenio de cartón-piedra

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El decenio 2010 comenzó y terminó con Sebastián Piñera: al igual que en primer Centenario de la Independencia, una plutocracia distinta a la de 1910 ha conservado el poder hasta el Bicentario.

 

En el Centenario hubo tres Presidentes de la República:

 

Pedro Montt había traicionado todas las expectativas y confianza que el pueblo había depositado en él, incluso, tuvo el voto de Luis Emilio Recabarren), y murió antes de terminar su mandato a causa de una enfermad que le ocasionó la muerte, en Bremen, Alemania; (según el escritor Joaquín Edwards Bello, tenía cara de conductor de carrozas fúnebres; por otra parte, su mujer, Sara del Campo, le era infiel con el senador Guillermo Ribera, lo que le costó la pérdida del trabajo y la persecución al periodista Mateotti debido a una caricatura muy insolente contra el gobernante). Bajo el mandato de Montt se llevó a cabo la “Matanza de Santa María de Iquique”.

 

Le sucedió en el cargo don Elías Fernández Albano, quien murió a causa de la complicación de un resfrío, adquirido en la Catedral de Santiago, a los pocos días de haber asumido la presidencia de la nación. Antes del 18 de septiembre el país carecía de Presidente, pero la plutocracia no estaba dispuesta a suspender las fiestas del Centenario: las “mejores familias” ya se habían repartido el hospedaje de los invitados, entre quienes se contaba con lo más granado de la nobleza europea.




 

El tercer Presidente que presidió la fiesta del Centenario “le cayó” el cargo gracias a la influencia de una mujer, quien le rogó al ministro, don Luis Izquierdo, (a quien le correspondía asumir el cargo), que lo cediera en favor de su amante, don Emiliano Figueroa, un dandy que recibió la noticia en el bar del Club de la Unión, (lugar que habitualmente frecuentaba). Ahora, Chile tenía el Presidente ideal: buen mozo, rico y de finos modales, además, afortunado, pues su caballo ganaba en la Carrera del Centenario.

 

En el Centenario algunos intelectuales anunciaron la catástrofe que se avecinaba, (Enrique Mac Iver, Alejandro Venegas, Alberto Edwards, Tancredo Pinochet, Luis Emilio Recabarren, entre otros), pero la feliz y optimista plutocracia desoyó sus críticas, y más bien los acusaron de amargados. En efecto, en 1924 vino el derrumbe del parlamentarismo plutocrático.

 

La historia no se repite, pero ocurren hechos de similitud de difícil explicación racional: en marzo de 2010, en el año del Bicentenario, asumía la presidencia de la república Sebastián Piñera, un millonario, narcisista, superficial e inepto para ese alto cargo. Al igual que don Emiliano Figueroa, había sido favorecido por la diosa fortuna y, amparado en esta condición, prometía a los chilenos el éxito económico durante su mandato, y no le fue mal, es justo reconocerlo, pero para él acumuló riquezas mediante actos, rozando en los límites de la legalidad, (el caso del Banco de Talca…), pues sabemos que “los ricos nunca delinquen, sino que cometen errores, muchas veces involuntarios”.

Las actividades con motivo del Bicentenario sólo mostraron una frivolidad rayana en siutiquería, presididas por el Presidente en ejercicio y los predecesores en el cargo, Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. En este Aniversario doscientos hubo muy pocos críticos, (tal vez los únicos, los “auto-flagelantes” de la Concertación de Partidos por la Democracia). Para la clase política Chile era un país rico y ocupaba los primeros lugares en las distintas mediciones de orden internacional. En cuanto a los pobres, que seguían profundizando la brecha, sobrevivían en sus guetos, cárceles y hospitales.

En el año 2011 parecía que Chile despertaba de su letargo: irrumpieron las manifestaciones estudiantiles, la rebelión en las poblaciones de Aysén y Magallanes, y se comenzó a hablar de la “crisis del modelo y de Chile cambió”.

Durante el gobierno de Michelle Bachelet, que inició en 2014, se creyó que Chile iba a tener, entre otros resultados, una nueva Constitución, sumado a la gratuidad de la educación y una reforma tributaria que obligara a pagar justos impuestos a los ricos, a fin de disminuir la brecha entre pobres y ricos, pero todo terminó a medias, y en manos de los democratacristianos, con Jorge Burgos y el “Peta” Fernández a la cabeza).

En las últimas elecciones presidenciales el pueblo quiso creer que Sebastián Piñera traería “tiempos mejores”, sin embargo, la segunda década del siglo XXI, que comienza mañana, amanecerá con un Chile que despertó realmente de la larga noche de un país dominado por la plutocracia, y con un Presidente enajenado que parece no entender nada de lo que está ocurriendo, (lo dice un titular de La Tercera, según él, “ya todo pasó”, y que los “indios bravos” han vuelto a su mansedumbre cotidiana.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

30/12/2019     

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