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El Gran Día: El 18/O primer aniversario del inicio de una Rebelión Social que marcó la historia

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Las rebeliones sociales despiertan el poder de los sueños y sus movilizaciones callejeras masivas son correas de transmisión de los proyectos de transformación social. No fue un polvorín el que estalló el 18/O. Las metáforas del estallido no le dan su singularidad ni restituyen su riqueza de matices al acontecimiento político intempestivo cuando de la realidad política, social e histórica se trata. Cuando se quiebran repentinamente supuestos, mitos, arquetipos, y las injusticias, opresiones sociales y de género se revelan a la luz del día; en esos momentos históricos se condensan los malestares subjetivos acumulados y se exponen a la vista las contradicciones objetivas entre las clases sociales. Y es ahí que se producen saltos históricos de consciencia, se apela a la lógica de los derechos sociales, se revela también el carácter patriarcal del Estado y la expresión artística se libera. Es la vida que recobra sus derechos … y  su fuerza afirmativa.

 

Es cuando comienza otro período, y nuevas correlaciones de fuerza asoman la nariz. Fueron situaciones y estados de ánimo que trajeron consigo aquellos brincos osados de los estudiantes secundarios por encima de los torniquetes del Metro después de un alza de tarifa de $30 decretada el primero de octubre por un, léase bien … “comité de expertos”.

 

Años antes, y puesto que el 18/O de 2019 no fue un rayo en un cielo sereno, durante el primer mandato del mismo presidente Piñera, otra decisión de “expertos”, la suba del precio del gas en Magallanes en enero del 2011, provocó una rebelión social popular de magnitud en el otro extremo de Chile. Más cercano en el tiempo histórico, el contexto mundial de luchas de masas ciudadanas era un factor insoslayable el año pasado, con sus imágenes profusamente difundidas de rebeldía social. Un mismo factor era el detonante de profundas capas de malestares sedimentadas en las sociedades del planeta en tiempos de la globalización capitalista: el alza de precios al consumo de combustibles había desencadenado el movimiento inédito de los gilets jaunes en Francia que llevaba un año desde octubre 2018, en Ecuador la primera semana de octubre 2019 presentaba a Quito que ardía, y en el Líbano el 17 de octubre 2019 el pueblo en las calles había, además, retomado las consignas de las rebeliones de la primavera árabe contra los gobiernos corruptos de enero de 2011 …

 

En el “oasis” piñerista la “guerra” no la declaró el pueblo. Las alzas de bienes de primera necesidad tampoco. La declaración de Guerra expresa y brutal con estallido de ira para imponer el orden por la fuerza ante los malestares de la vida cotidiana hecha de salarios paupérrimos, pensiones miserables, endeudamiento de hogares para estudiar, salud prohibitiva y educación para ricos; con la de clases medias y pobres privatizadas, vino de las altas esferas del poder constituido que, ahí empezó a quedar claro, gobernaba para los intereses oligarcas empresariales. Y ante la desidia de la casta política. El discurso de guerra contra un “enemigo poderoso” y la brutal práctica bélica consiguiente las impuso el mismo presidente de la República.




 

Un cuerpo de Carabineros programado para responder con automatismos represivos brutales mantenidos durante todos los gobiernos concertacionistas (donde apuntaba de preferencia al pueblo mapuche (*) superó todos los niveles de violencia estatal en un Estado de derecho que, si bien tiene la prerrogativa del “uso legítimo de la violencia”, tiene también el deber legal, ético y político de controlar el uso de la violencia por esa fuerza policial y militarizada para impedir que sea desproporcionada. Trabajo que el Gobierno de Piñera no ejerció pues dimitió de su función de control y vigilancia de fuerzas desbocadas que asesinaron, violaron y mutilaron a ciudadanos y ciudadanas. Fue evidente que las fuerzas de orden se sintieron protegidas y con carta blanca para el uso excesivo de la violencia. Fenómeno de brutalidad policial avalado por el discurso mediático tolerante de las armas no-letales para “humanizar” la represión contra el “vandalismo” y “saqueos” a la propiedad privada.

 

Recordemos que, de actividad noble al servicio de lo público, la política fue capturada por intereses de casta. Y ocurrió que la casta se corrompió ella misma: es la percepción popular. Y al hacerlo contaminó la política entera. La noción de autoridad perdió su legitimidad. Y cuando estos factores se instalan en esos largos momentos históricos en que todas las contradicciones entre las clases sociales aparecen nítidas, y los sectores del pueblo trabajador, las mujeres y los estudiantes, bien sabemos que el rol de los medios es oscurecerlas. Fue así como Chile se escindió. Un polo minoritario de poder quedó al descubierto. Y fue de ahí, de esas rupturas, que surgió una fuerza social enorme, popular, nuevas, como la de las mujeres y su cultura antipatriarcal  (Las Tesis), múltiples y variadas formas artísticas creativas

 

En situaciones de la “serialidad” se pasa a la fusión dice Sartre: ya no somos ciudadanos llenando cada uno el tanque de bencina del auto por su cuenta o haciendo cola por separado: somos pueblo con afectos que se empodera y lucha por derechos y por una nueva Constitución. Porque para que la vida valga la pena de vivirse debe ser vivida dignamente. Ante la declaración de guerra del poder declaramos el “derecho de vivir en paz”. Pensiones dignas No+AFP. En la fusión se rompe la burbuja de la cotidianeidad que aliena y los problemas no se ven como personales sino que los míos son los problemas de otros. Ya no se habla en primera persona, el Yo, sino que en la primera del plural, como Nosotros. El famoso individualismo posesivo defendido por los Carlos Peña y Ricardo Lagos y por toda las derechas como un rasgo propio de la modernidad capitalista estalló en pedazos el 18/O. Allí donde lo único que importa es el ingreso medio, el consumo y lo “aspiracional” definido por los diplomas y la billetera se fueron en esos meses de rebeldía al carajo.

 

Hecho casi desapercibido al que hay que restituirle su valor y potencial político: la huelga general del 12 de noviembre convocada por organizaciones sociales fue una advertencia que de no haber signos de cambio tangibles era posible una vasta convergencia de las luchas obreras, feministas, ecologistas y estudiantiles detrás de reivindicaciones unitarias. El 15 de noviembre la casta política firma un Acuerdo-pacto apresurado para fijar el plebiscito por nueva constitución, recupera la iniciativa y espera desmovilizar.

 

Retrospectivamente, el consenso neoliberal no hizo más que mantener la crisis de legitimidad. Ambas políticas, de defensa irrestricta del modelo y de adopción del modelo del adversario empujaron a la larga a una respuesta de masas, junto con la percepción que la vida política durante toda la transición ha estado capturada por una casta política obcecada con en el escenario neoliberal. El brinco de dignidad del 18/O abrió la historia a otros posibles. El fantasma del 18/O recorrerá Chile por muchos años.

 

(*) Recordemos que el subsecretario del Interior de la Nueva Mayoría, el PS Mahmud Aleuy estableció contactos con Patricia Bullrich, ministra argentina (Interior) del  gobierno ultraneoliberal de Macri, para colaborar e  intercambiar información acerca de las organizaciones mapuche transcordillera del Wallmapu con el fin de reprimirlas mejor. El acuerdo era una reminiscencia de la Operación Cóndor de las dictaduras militares. Ahora era un militante del Partido Socialista de Chile el que lo promovía.      

 

Por Leopoldo Lavín Mujica  

 

 

 

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