Crónicas de un país anormal Debate

Las trampas que encierra el quórum de 2/3: cambiar para que nada cambie

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Una Constitución se usa para organizar los poderes del Estado y regular la convivencia, y pretende ser la ley de leyes, es decir, un Carta Magna a la cual debe adecuarse toda legislación de una sociedad, estado o país.

Chile, a partir de 1833, no ha tenido nunca una Constitución legítima en su origen que surja de la soberanía popular, la única detentora del poder según los pensadores del sigloXVIII, que no lo ejerce directamente, sino a través de representantes que son elegidos periódicamente por los ciudadanos. Hoy, la teoría de la representatividad está puesta en duda. Thomas Jefferson y James Madison, (padres fundadores de Estados Unidos), sostenían que la “representación debe ser considerada como un nuevo invento…en la democracia, que se vuelve posible durante un largo período y en un vasto territorio…” Los gobernantes ´representan a la nación y no deben rendir cuenta a nadie´ y, por tanto, no planteaban un gobierno “de la canalla”, sino un gobierno limitado y aristocrático.

En Las reflexiones sobre la revolución en Francia (1790), Edmund Burke transformaba los lemas Libertad, Igualdad y Fraternidad en matanza, tortura y horca. Según este autor la soberanía popular no tenía sentido, por consiguiente, debía ser reemplazada por la aristocracia; en su epístola a los electores de Bristol escribía:

“Este es un régimen representativo en el cual el representante es designado no por todos los que él representa, sino por quienes están especialmente habilitados y gozan de una libertad absoluta para hacer prevalecer su voluntad sin tener que rendir cuenta a sus representados, imponiéndoles a estos últimos como si ella fuera su propia voluntad”.




En eso consistía la democracia representativa, y quedaban fuera del cuerpo electoral las profesiones despreciables, (en ese tiempo, los peluqueros, los esclavos, las mujeres, los presos, ´incluso hasta ahora, la ilegítima Constitución chilena que rige actualmente, a aquellos que sólo hayan sido acusados de delitos que merecen pena aflictiva, de tres años y un día´). Esta exclusión es contradictoria con aquella que supone que “toda persona es inocente hasta que no haya sido condenada en sentencia ejecutoriada.

El problema de fondo es que la soberanía del pueblo no existe, y si esto ocurriera podríamos estar en “la dictadura del proletariado”, como lo escribía el historiador chileno Alberto Edwards Vives.

A través de la historia brillantes escritores despreciaban la soberanía popular, y el voto de una persona en situación de calle, por ejemplo, no podía valer igual que el del caballero culto, que “paga impuestos y pertenece a la gente como deber ser´”; el Primer Ministro de Inglaterra, Benjamín Disraeli, propuso a su cochero que ambos se abstuvieran de votar; para el escritor Gustavo Flaubert, en su libro Diccionario de lugares comunes, escribía: “el sufragio universal es una vergüenza del espíritu humano, mucho peor que el derecho divino de los reyes o la infalibilidad del Papa…”; Henry Ibsen, en El enemigo del pueblo, (1882), escribía que ´la mayoría la integran los estúpidos, mientras que la minoría siempre tiene la razón´. Los plutócratas chilenos no lo hacían mejor: el Presidente liberal Domingo Santamaría se oponía a entregar las urnas al “rotaje”, y mucho más tarde, en 1932, el político conservador, Héctor Rodríguez de la Sotta sostenía que el sufragio universal era el culpable de todos los males de la sociedad.

Cuando el sufragio universal paulatinamente fue incorporando más personas y menos limitaciones para que los ciudadanos pudieran votar, se inventaron nuevos elementos para hacerlo anodino, es decir, hacer creer a los incautos y faltos de educación que ellos eran dueños del poder, cuando la verdad era que los cargos se repartían entre los plutócratas.

Es cierto que el cohecho se cataloga como un delito, por el contrario, en esa época “era una gran invención”, pues corregía el sufragio universal y, además, según la obra de Manuel Rivas Vicuña, Historia política y parlamentaria de Chile, permitía a los pobres ser felices por un día, al menos con una empanada y un vaso de vino tinto, pero los electores se indignaban cuando conservadores y liberales se ponían de acuerdo para repartirse los dos cupos del “binominal” de la época.

Si por casualidad aparecía un “tribuno del pueblo”, por ejemplo, Arturo Alessandri, y Gabriel González Videla posteriormente, los plutócratas sabían muy bien que con dos o tres invitaciones a sus casas estos siúticos se convertirían en “caballeros como ellos”. (Un ex ministro de Salvador Allende, de cuyo nombre no quiero acordarme, terminó convertido en “patrón de patrones” y lo es hasta hoy).

Es lógico que, en las Constituciones chilenas, hasta ahora todas ilegítimas, al menos en su origen, el pueblo sólo haya participado en las de 1925 y en la de 1980, aprobadas en fraudulentos referendos. Qué importaba que el sufragio universal no tuviera ninguna importancia para ratificar estas Constituciones espurias, la trampa seguiría siendo parte de la normalidad.

Como ya se están terminando las argucias para burlar la soberanía popular, pues los ciudadanos mostraron en el último plebiscito del 25 de octubre que su voto valía como él mismo, y que podían encerrar a los plutócratas y sus mozos en Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura, entonces, había que recurrir al subterfugio de los quórums. 2/3 para aprobar cualquiera de los capítulos de la nueva Constitución; (Allamand, pasándose de vivo, lo hizo extensivo al conjunto de la próxima Constitución y, de rechazarse, seguiría en vigor la Constitución de 1980).

Siempre, cuando les conviene, “hay más papistas que el Papa”, que insisten en los 2/3, cuando tenemos una vasta experiencia de que la derecha ahora usará su tercio para bloquear todo cambio. Ojalá los abogados constitucionalistas se inmiscuyan lo menos posible en la redacción de la nueva Constitución pues, a veces, sostienen ideas tan torpes que mientras más dure una Constitución en el tiempo, se la considera mejor. En Chile la de más extensión en el tiempo fue la pétrea Constitución de 1833 -1925, (cerca de un siglo), que nos llevó a una guerra civil, 10.000 muertos, aún más que en la guerra del Pacífico, y la de menor duración fue la de 1828, que duró sólo un año.

Los 2/3 se aplicaron también en la Asamblea Constituyente boliviana y, para reducir este alto quórum fue necesario que ambos sectores, (de Morales y el departamento de Santa Cruz), tuvieron que sesionar en distintas ciudades, con el consiguiente combate entre tendencias que no lograban ponerse de acuerdo.

El suponer que un alto quórum permitiría la permanencia de una Constitución y, a su vez, a través del diálogo tratar de hallar el consenso, (cuando la política es generalmente disenso), me parece de una ingenuidad digna de mejor causa.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

23/11/2020

 

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Historiador y Cronista

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  1. Don Felipe Portales, usted verá, yo solamente soy parte de esta conversación metiéndome en la actual situación de Chile, simplemente porque soy chileno y doy mi opinion siguiendo la actualidad de lo que ocurre en Chile, pero como ya lo expresé hace un tiempo atrás, yo apoyo totalmente una sociedad socialista en mi patria, aúnque esta realidad está muy lejos de lo que exigen los chilenos actuales. De todas forma, me entero de muchas cosas leyendo y leyendo de opiniones de todos lados y de ahí saco mis conclusiones. ¿a qué viene esto? Bueno, don Felipe, si usted tiene un poquito de tiempo, unos diez minutos, máximo, vaya a google y teclee esto, o cópielo y pongalo en google y entreténgase y espero su respuesta: «Reformas de 2005: Por qué le llaman la “Constitución de Lagos” y qué tan distinta es de la original de 1980».

    • Don Felipe, le recomiendo al mismo tiempo que abra todos los links que muestra este artículo, es tremendamente interesante y ayuda un montón para entender y enterarse de conversaciones que tuvieron «personeros» de las dos derechas y tambien de la dictadura. Aquí le dejo una copia que es bastante buena: «Los cabildos de Bachelet»:

      La campaña presidencial de 2013, que llevó por segunda vez a La Moneda a la presidenta Michelle Bachelet, estuvo cruzada por el tema constitucional y por la necesidad de cambiar las reglas de la política. En mayo del 2015, el gobierno anunció su plan para formular una nueva Constitución que contemplaba consultas y cabildos ciudadanos que debían desembocar en la nueva carta fundamental.

      Sin embargo, había críticos de manera trasversal. Por su parte, el otrora mandatario Eduardo Frei dijo en octubre de 2015: “no soy partidario de las asambleas constituyentes porque son un ejemplo internacional que ha sido negativo”. Mientras que el actual presidente, Sebastián Piñera, manifestó en esa oportunidad que “van a agravar el estancamiento que afecta hoy día a la economía chilena”.

  2. Felipe Portales says:

    No me entendió. Obviamente que el quórum de los dos tercios que impusieron las dos derechas en el funesto acuerdo del 15 de noviembre va en beneficio de ambas. A la derecha tradicional, porque le permitirá tener un virtual derecho a veto sobre el «nuevo» texto. Y a la vergonzante derecha concertacionista, porque le permitirá «obligarse» a consensuar un texto con la derecha tradicional que obviamente permitirá la continuidad del «modelo chileno». Pero, para mantener su necesaria fachada de centro-izquierda, podrá «culpar» a la derecha tradicional de haber hecho imposible una Constitución que permita sentar las bases para sustituir el modelo neoliberal. ¡Cómo van a votar contra el proceso constituyente!…

    Con su razonamiento sería también democrática la actual Constitución porque fue aprobada por más de dos tercios del Congreso en 2005. Entonces, ¿por qué qué se afana tanto con una «nueva» Constitución que, además, -dado el quórum de dos tercios- la única manera factible de ser aprobada es con los mismos dos tercios que aprobaron en 2005 la Constitución de Lagos?…

    • Don Felipe, los dos tercios aprobados por las dos derechas es una forma de mantener la institucionalidad del régimen y del modelo económico actual. En realidad es un freno que las dos derechas pusieron precisamente para que en caso de una manifestación popular exigiera una nueva constitución, fueran usados para desaprobar cualquier forma de eliminar, con la nueva constitución, el modelo económico actual. Ahora, si las dos derechas obtienen el poder politico de ser parte de enactar esta nueva constitución, bueno, será una nueva constitución, pero continuará siendo la misma hue vada pero ‘nueva». ¿me explico? ¿Cómo dejar afuera a las dos derechas en el proceso de una nueva constiutición? AHÍ ESTÁ EL DETALLE, como hubiera dicho Cantinflas.

  3. Felipe Portales says:

    En efecto, este es el problema capital que invalida democráticamente el «proceso constituyente»: el del fraudulento quórum de los dos tercios que iguala 34 con 66. No el de los cupos para los pueblos originarios ni para independientes, respecto de los cuales la derecha propiamente tal también se las agenciará para obtener más de un tercio.

    • Sr Portales, sea más explicito en lo que expone. los dos tercios son efectivos en el momento de cualquier votación de las propuestas que van a ser parte del proceso de enactar la constitución. Lo que usted expone, asi lo entiendo, es que las dos derechas van a votar en contra del proceso constituyente y esto no calza con el resultado de el plesbicito. No creo que las dos derechas vayan a ser tan solapadas en irse contra un proceso constituyente que fué aprobado por el plebiscito. Además, la aprobación de la norma de los dos tercios fué aprobada por los legisladores elegidos democraticamente por los ciudadanos, luego, esta norma no es fraudulenta, ¿me entiendo? Que sea una monstruosa norma en contra de la democracia, estoy de acuerdo,ya que en una verdadera democracia solamente se necesitaría una mayoría, o relativa o una mayoría absoluta para aprobar cualquier proyecto, pero, sr Portales, esta norma, en este sistema de democracia neoliberal, funciona para los dos lados, es decir, si los legisladores de la izquierda tienen mayoría, estos dos tercios serían utilizados para bloquear cualquier proyecto fascista de la derecha que favorezca a una minoría. El problema está, sr Portales, que con o sin los dos tercios, mientras el pueblo siga eligiendo gente que patea con las dos patas, más con la derecha que con la izquierda, vamos a seguir teniendo los mismos problemas. Con todo respeto.

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