Crónicas de un país anormal

El desastre de Colchane

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Hasta hace poco tiempo, muchos chilenos ignoraban la existencia de la ciudad de Colchane. Los lectores de Wikipedia apenas sabían que se ubicaba en el norte de Chile, en la frontera con Bolivia, y algunos más avezados sabían que sus habitantes pertenecían a la raza y lengua aymara; a los habitantes, en tanto,  no les importaba ser chilenos o bolivianos, pues en estos dos países no los tomaban en cuenta. Generalmente la alimentación la traían de pueblos bolivianos aledaños, pero la policía la ponía Chile.

Actualmente tenemos como ministro de Relaciones Exteriores a Andrés Allamand, que “aún sigue perdido en su ´travesía por el desierto´”; a lo mejor este flamante ministro – tan inteligente como su jefe en la presidencia de la nación – ignora que las relaciones Chile-Bolivia se han roto desde hace varias décadas, y sólo tenemos servicios consulares en muy pocas ciudades de ambos países.

Uno se pregunta si son más tontos los Presidentes o quienes los eligen, pero lo que sí es cierto es que quienes pagan los platos rotos de los pésimos presidentes son los mismos electores, que tropiezan más de una vez con la misma piedra y, además, siguen creyendo que su mandatario les va a pagar con creces por la idiotez de haber votado por él. (El hecho de llamarse ´pueblo´ no constituye, de por sí, ningún mérito, por ejemplo, el pueblo alemán adoró en su momento a Hitler y el italiano, a Mussolini). Hannah Arendt dice que los personajes del totalitarismo son los nihilistas, los fanáticos y el pueblo ingenuo que termina por seguirlos.

La avalancha de venezolanos hacia Chile, como era lógico, se iba a producir tarde o temprano: bastaba que países como Ecuador y Perú detuvieran la inmigración hacia sus países, incluso, aunando comandos de Fuerzas Armadas en defensa de las fronteras, para que el único camino libre, el del norte de Chile fuera el paso por el desierto boliviano, a 4.000 metros de altura y con temperaturas de 35º grados durante el día, y bajo cero durante la noche.




Al ocaso del mandato del gobierno de Sebastián Piñera ya resulta inoficioso la presentación de acusaciones constitucionales en contra del Presidente, ministros de Estado e intendentes, que bien lo merecen, (Diego Portales, supuesto fundador de nuestra democracia, decía que “hay que seguir violando a la jovencita – la Constitución – cuantas veces sea necesario… y considerar la ley como un obstáculo en defensa de <los buenos>”.

El alcalde de Colchane, con toda razón dice que no quiere recibir más visitas de ministros inútiles, que sólo se sirven de estas actividades para tomarse fotos y baños de publicidad y, por ende, de popularidad, pero que no dan solución real a los problemas que los aquejan cotidianamente.

La mayoría de los Presidentes chilenos se han despreocupado de proteger las fronteras del país, y en el caso de Colchane, apenas cuenta 16 carabineros y un consultorio precario, (cualquier persona que visite la frontera sur entre Chile y Argentina comprobará que, por ejemplo, los parques nacionales argentinos están muy bien cuidados, mientas los chilenos son un yermo).

Chile tiene un prepuesto millonario en Defensa que, sospechamos no se va a usar en el corto y mediano plazo, en contra nuestros vecinos latinoamericanos, (hasta ahora se ha destinado en contra de los propios ciudadanos durante la dictadura militar especialmente y, ahora, cuando la gente se rebela contra la desigualdad y reiterados abusos que sufre el pueblo.

El elector tiene que sobrevivir, por consiguiente, difícilmente puede dedicarse a la cultura, y seguramente ha olvidado que hace más de tres años el Presidente Piñera – acompañado del Presidente de Colombia, Uván Duque y del Secretario de Estado Norteamericano, Mike Pompeo – con lágrimas de cocodrilo, ofreció a los venezolanos, en Cúcuta, que los recibiría en Chile con los brazos abiertos. Hoy, 10 de febrero, apenas a un año de sus falsas promesas, los envía de regreso a su país, fuertemente custodiados por la policía chilena.

Los mandatarios europeos, más inteligentes y prácticos que los Presidentes latinoamericanos, ya captaron, por ejemplo, que el autodenominado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, no era más más que pillo, que aprovechaba la estupidez de la oposición al gobierno de Maduro, para enriquecerse y tomarse fotos con paramilitares colombianos. Recientemente, el encargado de Relaciones Internacionales de la Unión Europea bajó el estatus de Guaidó, a “simple informador privilegiado, es decir, “espía de segunda clase”.

En un país en donde rige la Constitución, la propiedad privada – el dios de la derecha – es inviolable, y el Presidente debe hacerla respetar –  Sebastián Piñera lo juró al asumir el cargo -, pero en Colchane este derecho, válido para el resto del pueblo chileno, para allá no existe. La televisión ha mostrado muchos casos de casas de aymaras que han sido ocupadas forzosamente por venezolanos, (así sea comprensible que a los niños no los pueden exponer a temperaturas de -10º), terea que le corresponde solucionar al gobierno, so pena de violación de la Constitución que garantiza la protección de la vida, como garantía de los derechos humanos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

10/02/2021

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