Nuestra Región Latinoamericana

Abimael Guzmán y Vladimiro Montesinos

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La democracia de la derecha peruana consiste en que sólo pueden triunfar aquellos políticos aceptados por la casta limeña, por consiguiente la oligarquía, por lo regular, se confunde con la democracia.

Aquellos grupos de personas que se oponen al fujimorismo son catalogados, necesariamente, como terroristas. Vladimiro Montesinos fue, en la década del 80, el líder del terrorismo de Estado, como Abimael Guzmán lo fue del terrorismo maoísta.

Abimael Guzmán murió el 11 de septiembre recién pasado, en la cárcel de seguridad de la Marina, lo cual provocó un debate ridículo y superficial, sobre cómo proceder con los restos de Guamán Reinoso: unos proponían incinerarlos y, luego, lanzar sus cenizas al mar, (una lectora, incluso, propuso que dicho acto se realizara más allá de las 300 millas marinas del territorio peruano).

No cabe duda de que el grupo guerrillero senderista hizo mucho daño y, además, asesinó a miles de campesinos y campesinas, y que en vida del líder, el grupo Sendero Luminoso fue constituido por un conglomerado de fanáticos, admiradores de la revolución cultural, dirigida por Mao Tse Tung, (incluso, el Comité Central de Sendero Luminoso era más radical que el mismo líder de la revolución cultural), y siguieron al sector más criminal de las llamada “revolución cultural”, encabezada por la esposa de Mao.




El caso de Abimael Guzmán y de su esposa, Helena Parraguez, demuestra el cómo la vanidad del poder y la razón cuando se aplica por parte de fanáticos, llega a alcanzar un alto grado de violencia y de criminalidad. El profesor Guzmán llegó a creer que él era el sucesor de Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir Lenin, Juan Carlos Mariátegui; Abimael se creía presidente de la república y salvador de Perú, y sus ideas las resumió en el “pensamiento Gonzalo”.

Frente al jefe de Sendero Luminoso se encuentra el líder del robo y la corrupción generalizada y autor de los vladivideos, Vladimiro Montesinos, quien con mucha audacia, se permite pedir su liberación en razón de haber sido el promotor de la derrota del terrorismo.

Hasta ahora, Vladimiro Montesinos obraba a su antojo, en la misma cárcel donde se encontraba Abimael Guzmán, la de la Marina, en Callao. Se descubrió que tenía un régimen carcelario tan laxo que le permitía hablar por teléfono durante dos horas diarias, además de otras prebendas. Montesinos se comunicaba regularmente con la hija del dictador, Alberto Fujimori; en unas de estas conversaciones, que han sido repetidas por la Prensa, da instrucciones  a los seguidores de Keiko Fujimori, en el sentido de que no pongan en peligro a “la Chica”, (como llama a Keiko Fujimori),  quien era mantenida con dinero del Estado peruano no sólo desde los 18 años, cuando era “primera dama” en el gobierno de su padre, sino que también, posteriormente, en el coste de sus candidaturas, tanto presidenciales como parlamentarias.

La derecha latinoamericana está imitando el método de Donald Trump, en el sentido de que si pierde las elecciones presidenciales, que consiste en negar el triunfo de su rival, alegando fraude, acusa a su rival del robo del triunfo. Keiko Fujimori, quien corre el riesgo de 34 años de prisión como jefa de una banda criminal se negó, durante varios meses, a reconocer el triunfo, (con una diferencia de 40.000 votos), del candidato del Partido Perú Libre, Pedro Castillo, (profesor primario, en una zona campesina y muy pobre, en Catamarca).

La Marina peruana actual tiene tan poco que ver con su héroe, Miguel Grau, (tanto como la chilena con respecto a Arturo Prat); Marinos retirados de Perú amenazan, junto con la otrora candidata, Keiko Fujimori, con promover un golpe de Estado, a fin de derrocar a un gobierno legal, que la derecha acusa de terrorista, esta vez, sin ninguna prueba fehaciente. La irresponsabilidad de la derecha podría conducir a una eventual guerra civil, como resultado de la rebelión de las provincias en contra de los orgullosos ciudadanos virreinales de Lima y Callao.

Las aristocracias virreinales de Latinoamérica, (Nueva Granada, Lima, La Plata, México), guardan un gran desprecio racista en contra de las etnias y, fundamentalmente, no pueden soportar que Perú sea gobernado por un humilde profesor primario, venido del campo, que humilla por sus orígenes a los limeños, no sólo a los aristócratas, sino también a sectores populares que siguen admirando al dictador Fujimori.

En definitiva, los partidarios de cremar los restos de Abimael Guzmán recurren al recuerdo de la forma en que fueron lanzadas al mar las cenizas de Bin Laden, cuyo paradero permanecerá desconocido hasta el fin de los tiempos. Si se trata de incinerar a los tiranos y demás malhechores, la cola de dictadores y violadores de los derechos humanos en el mundo, es casi interminable y, además, debieran postular a que sus cenizas desaparezcan de la faz de la tierra, a fin de evitar que la imbecilidad humana los convierta en héroes como, desgraciadamente, ocurre en muchos casos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)                        

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Historiador y cronista

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