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¿Debe la prensa de derecha servir a la izquierda?

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De seguro el enunciado es provocador. Pero no son menos las afirmaciones vertidas desde cierta izquierda social y política cuando se pierden elecciones. Siempre acaban por culpar a la prensa de derecha de los malos resultados. Ejemplos: en Chile, los medios de comunicación, en manos de dos grupos empresariales, se dice, han sido los responsables de manipular a la población para rechazar el borrador constitucional. La campaña del miedo y la guerra sicológica, subrayan, crearon el estado de ánimo propicio para arrimar el ascua a su sardina. En España, Podemos achaca su debacle a la persecución mediática. Una campaña premeditada, subrayan, de la derecha a través de sus medios de información y las cloacas del régimen. Dichas campañas tóxicas los insultan y ningunean.

¿Qué ocurre cuando falla la premisa? ¿Acaso en Colombia la prensa de derechas hizo campaña por la izquierda? Más bien lo contrario y aun así no evitaron el triunfo de Gustavo Petro. ¿Y en Perú? Una retahíla de mentiras se lanzaron contra Pedro Castillo, pero fracasaron. ¿Y Bolivia? Luis Arce fue sometido a todo tipo de descalificaciones y también fracasaron estrepitosamente. La evidencia no cuadra.

¿Alguna vez en la historia del capitalismo sus medios de comunicación han tenido un comportamiento democrático? Durante la guerra fría, en el llamado mundo libre, la línea editorial de los mass media públicos y privados actuaron bajo un mismo lema: el anticomunismo. BBC, RAI, Efe, Afp o NBC, CBS, CNN o FOX. Cualquier noticia referida a la URSS, China y aliados se adjetivó como suceso ocurrido en países comunistas. Las imágenes emitidas eran en blanco y negro. Su finalidad, producir, en el ojo del observador, una sensación de ser, los países comunistas, infiernos sumidos en la tristeza. El color fue deliberadamente sustituido por una fotografía tosca, de baja resolución, para proyectar un mundo gris con gente cuya alma les había sido arrebatada por los perversos comunistas. En América Latina, África o Asia, los movimientos de liberación nacional fueron adscritos a ideologías disolutas que atacaban la familia católica y las buenas costumbres. Marxistas, comunistas, socialistas, maoístas o troskistas recibían el mote de terroristas. Hoy, cualquier candidato que no responda su perfil es adjetivado despectivamente como izquierdista.

No conozco medio de comunicación, perteneciente a los grupos de poder, cuya política editorial consista en apoyar candidatos de izquierda. No es su cometido. Más bien actúan protegiendo sus intereses. El doble rasero a la hora de informar es habitual. Veamos. La guerra de Israel contra el pueblo de Palestina, salvo excepciones, se invisibiliza. Sus crímenes se minimizan o convierten en acciones defensivas contra el terrorismo de Hamás. Por el contrario, en otra guerra, hechos de la misma envergadura, en Ucrania, son relevantes para condenar al ejército invasor ruso y pedir la actuación del Tribunal Internacional Penal.

De siempre, en el capitalismo, los partidos de izquierda, los sindicatos de clases y movimientos sociales anticapitalistas han sido vilipendiados. Los mass media del poder deben cumplir: denigrar a sus dirigentes. Nadie escapa a su acción difamatoria. Marx, Engels, Lenin, Bakunin, Rosa Luxemburgo o Gramsci son carne de cañón. Y en América Latina, Sandino, Lázaro Cárdenas, Jacobo Arbenz, Juan Bosch, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Salvador Allende o Hugo Chávez. La derecha no ha tenido ningún remilgo en usar sus medios de comunicación para desprestigiar a la izquierda. Sus campañas se valen de la mentira y la calumnia. Juegan sucio, buscan manipular y controlar las emociones. Está en su ADN. Otro ejemplo: el EZLN y la campaña contra el subcomandante Galeano .

Para las clases dominantes y las empresas trasnacionales la democracia es un eufemismo. Los medios de comunicación, no nos engañemos, son armas de destrucción masiva. Disparan a discreción y tienen perfectamente calibrado el blanco. Sea contra una reforma fiscal progresiva, una mayor inversión pública en sanidad, vivienda, educación o una subida salarial. Esos y no otros son sus objetivos. Vivimos en un mundo en guerra y, en su interior, los medios de información de la derecha no dan tregua. A ella, hoy se unen los multimillonarios del capitalismo digital. Bill Gates, George Soros, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Elon Musk.




En conclusión, ¿alguien piensa que los capitalistas y sus medios de comunicación social deberían hacer publicidad positiva a sus enemigos?, ¿La derecha debería inmolarse en nombre de la izquierda? El poder no renunciará nunca a las campañas del miedo y la desinformación. Jugar con las emociones y el dolor forma parte de la guerra sicológica, para quebrar voluntades y anular la conciencia crítica. Quienes se proclaman víctimas de la derecha mediática harían mejor en diseñar una estrategia que rompa su inercia paralizante. Es necesario asumir responsabilidades. Parafraseando a Paulo Freire, hacer pedagogía política, o como señala Pablo González Casanova: pensar para ganar.

Por Marcos Roitman Rosenmann

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor e investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México así como docente en diferentes centros de América Latina. Columnista del periódico La Jornada de México y Clarín digital de Chile.

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  1. Elias Vera Alvarez says:

    Elias Vera Alvarez
    Bravísimo!, amigo Roitman. Las cosas tan claras como deben ser. Los grandes medios de comunicación sustentados con el poder del dinero, ya sea en Chile o en el resto del mundo, no existen por casualidad. Sus objetivos son fundamentalmente políticos y no están concebidos para promover la cultura o la democracia sino para reforzar los subvalores que representan y desean eternizar. Su caracterización como “armas de destrucción masiva” es tanto certera como genial. No son otra cosa. Su punto de mira es la psiquis y la voluntad ciudadana, la que es necesario aterrar, dominar y dirigir. Es El Poder a la sombra de los poderes políticos. Ese poder, aliado de los grandes grupos económicos, es tan grande que pueden lograr lo que ni gobiernos ni movilizaciones ciudadanas multitudinarias pueden lograr. Es el poder que nadie ha elegido pero que determina en gran medida lo que ocurre, lo que se hace o no se hace en el país, lo que está permitido o no. Ellos imponen los miedos y las alarmas que agobian a los ciudadanos y por tanto, las conductas que se deben adoptar.. Se han erigido en dueños de la verdad, fabrican o derriban presidentes, son paladines de la probidad pública en medio de la corrupción generalizada que ellos mismos han promovido. Son los inventores de las “fakes new”, actúan coordinadamente, crean divisiones de inteligencia mediática, nos invaden y apabullan con sus discursos mentirosos hasta tal punto que los ciudadanos se resignan a que sus campañas obtengan el resultado que obtienen. Y nunca dejan de contar con un plan B. Esto ocurre en todas partes. Hasta en nuestro Chilito, por ejemplo.

    En el plebiscito de salida, cuando todo el mundo daba por contado que, aunque quizás estrechamente, el Apruebo sería ganador en el evento, nos encontramos con el hecho de que el ganador fue el Rechazo. Pero la verdad es que tampoco nadie se sorprendió grandemente con ello. Y no es aventurado suponer que la ciudadanía ya había advertido intuitivamente que el Poder tras los poderes, no podía perder el plebiscito. Por lo demás, un hecho absolutamente inaceptable para éste. Inadmisible. Cincuenta años atrás había sido necesario recurrir al crimen y a la barbarie para detener todo cambio social, pero esto, evidentemente, no era posible ahora. Por ello mismo, quizás cualquier plan B que no le tocara un pelo a nadie y que pasara inadvertdo, algo “virtual” digamos, podría ser igual a nada, Como quien dice, “sería coser y cantar”. Más tarde, quien podría ser el iluso que se atreviera siquiera a sospechar que una intervención de alta ingienería cibernética había alterado los reultados del plebiscito? En Chile hay gente muy “astuta” que suele ver hasta debajo de las piedras y resulta del todo insólito que ningún gran astuto no haya tropezado hasta ahora con una piedra tan posible como ésta.

    Como usted dice amigo Roitman, frente al irreflenable poder mediático, que es poder político, es necesario adoptar responsabilidades. Una responsabilidad que compete grandemente a los gobiernos. Y la historia reciente de Chile nos dice que ningún gobierno de los últimos 30 años ha enfrentado con total y plena responsabilidad el poder avasallante de los medios de comunicación antidemocráticos. En el plano mediático nunca hemos visto una política de información, de opinión y educación social que contemple los derechos y los intereses de la comunidad nacional. En este mismo momento nos preguntamos porque el gobierno de Gabriel Boric calla frente al compromiso judicial del Estado de restituir a sus dueños un importante medio de difusión como éste en el que escribimos. El derecho de opinión e información no puede ser entregado en exclusiva a los enemigos de la verdad y de la democracia. Pero así ocurre.

  2. Felipe Portales says:

    Lo más grave y hasta patético del caso chileno, es que los numerosos diarios y revistas de centroizquierda que existían a comienzos de los 90 no fueron evidentemente destruidos por Pinochet (ya no era dictador), sino ¡por los gobiernos de «centro-izquierda» de la Concertación! Ello, a través de la sistemática discriminación del avisaje estatal en favor de los medios de derecha; combinado en algunos casos con el bloqueo de fondos externos (del gobierno de Holanda, en concreto) de apoyo a esos medios; y en otros con la compra de dichos medios por personeros de la Concertación, para luego cerrarlos. Esta constituye -después de la ignominiosa defensa internacional y nacional de la impunidad de Pinochet- la mayor vergüenza de las innumerables cometidas por los gobiernos concertacionistas-nuevomayoritarios en los 30 años.

  3. Serafín Rodríguez says:

    Lo que está claro es que la prensa de izquierda debería dejar de servir a la derecha, alguna de ella con publicaciones de informción oficial sin siquiera plantársela críticamente como ha ocurrido, por ejemplo, con la tal llamada reforma a las AFP en algunos medios que se definen progresstas.

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