Guerra ruso ucraniana

Cruce de acusaciones Kiev-Moscú por ataque con misiles a hidroeléctrica

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Como ya resulta habitual en esta guerra de las versiones a modo, Moscú y Kiev se acusaron de destruir la madrugada de ayer –faltando 10 minutos para las tres de la mañana– parte de la presa de la hidroeléctrica de Kajovka, en manos de Rusia desde febrero de 2022 y ubicada en el río Dniéper, erigido en barrera natural que separa las tropas de ambos en la región de Jersón.

La enorme rotura en la presa, causada por impacto de misiles (sostienen los rusos) o por explosiones con dinamita (replican los ucranios), está provocando que en el embalse –construido en los años 50 del siglo pasado y que contenía 18 millones de metros cúbicos de agua–, se desborde el nivel del líquido acumulado corriente abajo y amenace con inundar hasta 80 localidades.

Desde que se conoció la noticia comenzaron a circular las explicaciones, como si se tratara de una novela policiaca, de a quién beneficia el crimen cometido contra la quinta hidroeléctrica de Ucrania, como sólo así puede calificarse al margen de qué país lo perpetró.

Visto desde Moscú, considerando que la zona más afectada al quedar bajo el agua es la parte de Jersón que Rusia se anexionó, la rotura de la presa –mediante ataques sostenidos con lanzadoras de misiles múltiples, asevera el ministerio ruso de Defensa– es obra del ejército ucranio.

Así, busca expulsar a la población que vive ahí, evitar que cultiven las tierras y responsabilizar al Kremlin de elevar, al precio de atacar a la gente que considera como suya, el riesgo de causar una eventual catástrofe en la central atómica de Zaporiyia, de consecuencias equiparables al desastre de Chernobyl, que utiliza el agua del embalse de Kajovka para enfriar los reactores.

Desde Viena, el secretario general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, afirmó que por ahora no hay un riesgo inmediato para la seguridad de la central atómica de Zaporiyia que emplea el agua del embalse afectado ayer para enfriar la planta nuclear y que está sufriendo un serio descenso del nivel del agua a razón de cinco centímetros por hora.

La ausencia de agua de refrigeración en los sistemas esenciales durante un periodo prolongado provocaría la fusión del combustible y la inoperatividad de los generadores diésel de emergencia, advierte la OIEA en un comunicado, pero tranquiliza al reconocer que hay varias fuentes alternativas de agua.

Las autoridades rusas aseguran que, desde hace varios días, 11 de las 28 válvulas de la hidroeléctrica de Kajovka sufrieron daños por los sistemáticos bombardeos ucranios y, por ese motivo, el Comité de Instrucción de Rusia abrió ayer una causa penal por atentado terrorista.

Poco antes, el ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigu, expresó que el régimen de Kiev llevó a cabo un sabotaje, de hecho, un acto terrorista, que provocó la inundación de grandes áreas y tendrá consecuencias ambientales graves y a largo plazo. De acuerdo con Shoigu, de esa manera Ucrania quiere prevenir las acciones ofensivas del ejército ruso en ese sector del frente.

Visto desde Kiev, la rotura de la presa y la subsiguiente inundación hace casi imposible que sus tropas crucen el Dniéper para intentar recuperar territorio, por lo cual sólo Rusia –con explosivos colocados dentro de la sala de máquinas, sostienen– pudo haber sido el causante del desastre, ya que, argumentan, ese tipo de construcciones, después de la Segunda Guerra Mundial, se levantaron de tal grosor que podrían resistir un ataque nuclear.

Rusia negó de forma rotunda estar detrás de las destrucción de la presa e insistió en achacar a Urania haber cometido un sabotaje deliberado, que según el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, se planeó y ejecutó por órdenes del régimen de Kiev, en tanto el gobernador ruso de Jersón, Vladimir Saldo, prometió: nuestros militares están listos para defender la margen izquierda del Dniéper.

En realidad, reviraron desde Kiev, quieren crear obstáculos insuperables para el avance terrestre del ejército ucranio y su armamento pesado, tuiteó Mikhaylo Podolyak, asesor de la presidencia ucrania, quien agregó que Rusia también pretende sembrar miedo en la comunidad internacional para que deje de apoyar a Ucrania.

Pero si la ofensiva ucrania –y nadie puede saberlo, salvo el comandante en jefe del ejército, Valeri Zaluzhny, y unas cuantas personas más en la sede del gobierno de Kiev– no contemplaba ahora cruzar el Dniéper en esa zona, saturada de minas y fortificaciones, la inundación de problema devendría beneficio.

El presidente Volodymir Zelensky, tras convocar a una reunión del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, dio instrucciones para evacuar a los civiles de las zonas en peligro y proporcionar agua potable a las localidades que dependen del embalse de Kajovka.

El servicio de emergencias de Ucrania, que instaló cuatro centros de evacuación, informó que hacia las 15 horas de ayer, había podido trasladar a cerca de mil 300 habitantes de los 16 mil que estima se encuentran en zona de alto peligro de inundación.

Sin importar quién abrió la enorme brecha en la hidroeléctrica, una decisión que carece de justificación posible, Ucrania responsabiliza a Rusia de ecocidio al denunciar que 150 toneladas de aceite de motor –de las 450 toneladas que había en la sala de máquinas de la hidroeléctrica– se derramaron ya en el Dniéper. Lo dio a conocer el ministro ucranio del Interior, Igor Klymenko.

Durante la voladura de los cimientos de la presa se destruyó también la sala de máquinas y se produjo un derrame de aceite de motor que contamina el río. En estos momentos estamos intentando contener las 300 toneladas que aún hay ahí, añadió el ministro.

Mientras Rusia pretende que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condene el terrorismo del régimen de Kiev y Ucrania considera que tiene razones suficientes para llevar el caso de lo que llama ecocidio ruso ante la Corte Internacional de Justicia, no hay que excluir que la destrucción parcial del embalse haya ocurrido por sí sola después de 13 meses de guerra en que Rusia y Ucrania agujerearon por igual, proyectil tras proyectil, la presa que la madrugada de ayer se vino abajo y desató la furia del agua.

Por Juan Pablo Duch

 

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Corresponsal de La Jornada en Moscú

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