Columnistas Chile al Día

Recordar siempre a esos de buena puntería

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Que no se confundan esos que sostienen que a la dictadura se derrotó con un lápiz y un voto.

Aquello es poesía mala, barata, sin consistencia, incluso es mirada despectiva. La resistencia contra la dictadura se inició en los momentos que el presidente Allende decía sus últimas palabras. Se iniciaba un largo periodo donde la generosidad de militantes, trabajadores sencillos, campesinos y estudiantes comprendieron que las batallas por llegar había que ganarla a como dé lugar.

Muchos abandonaron sus casas y se cambiaron de nombre, o  la forma de caminar para ir a entregar algún documento. La cacería desatada por la DINA fue implacable. Capturas diarias, sus centros de tortura y exterminio, allí tantos masacrados. Sus helicópteros con detenidos que fueron llevados para ser lanzados al mar.

Cuál fue la razón para ordenar detener, torturar y asesinar a los campesinos encontrados en Lonquén. Quién fue el oficial que dio la orden de fusilar a esos campesinos en la masacre de Chihuio, casi todos analfabetos pobres, e hijos de nuestros pueblos originarios. Así no es el valor militar que por años se ha escrito en la historia, ese es el camino de los cobardes. Los mataron mientras cantaban sus canciones al príncipe de los príncipes.




La vieja izquierda conocía la represión aquella de González Videla que los condenó al fuego eterno y llenó los campos de concentración. A esos territorios no llegan los ricos ni perfumados. Esos centros de detención huelen a pobre, a campamento y los rostros tiene esa mueca del hambre y la injusticia. A palabrota y taller como canta Silvio.

Conducir un partido desde la clandestinidad es extremadamente difícil. Los partidos se deben a su militancia, siempre clase trabajadora comprometida y generosa. La represión no es cuestión de algunas semanas o meses, son años de esconderse, hacer el diario del partido y estar a la hora indicada en la reunión. Caminar a pasos apurados para cobrar una deuda que inevitablemente debe ser pagada.

La represión se ensañó en su búsqueda. Las direcciones de los partidos como el caso Calle Conferencia, un viento golpe a la dirección del partido comunista, pero había que seguir insistiendo. Existe memoria de aquello.

El MIR un día de octubre despide a Miguel nuestro fundamental. Antes ya habían sido asesinados otros dirigentes. En provincias la represión trabajó a su regalado gusto. Diez militantes fusilados, militantes socialistas y del MIR en Puerto Montt. Tantos detenidos desaparecidos, fusilados y torturados. Había que seguir insistiendo. La dictadura no era un grupo de dioses que bajaron del olimpo. Eran sencillamente una manada de militares traidores y asesinos.

Valdivia que sabe el día que fueron llevados al paredón estudiantes, campesinos, obreros madereros sin juicio alguno, sin poder defender la vida con sus verdades y sus acusaciones.

Omar Lara, poeta valdiviano desde su celda los ve caminar por el pasillo de la cárcel hacia el paredón. Cuenta que caminaban firmes, rostros duros posiblemente cuando saben la vida llegaba hasta el final del pasillo ciego.

Algunos momentos después el ruido de las carabinas cumplieron su misión. Logran hacer que las palabras dejen sus respiros.  Allí en el regimiento bajo el mando del general Sinclair nuestros queridos compañeros se despidieron de sus vidas arrancadas, posiblemente pensando que otros llegarían para ese inevitable remplazo y continuar hasta vencer.

El Partido Socialista había perdido a Carlos Lorca y los otros también, brillantes dirigentes que serán buscado hasta encontrarlos para besar sus calaveras, como lo dice Miguel Hernández.

Así es el capitalismo.

La batalla por la libertad fue también contra el sistema capitalista. La llegada de los militares es la puerta de entrada para iniciar la instalación de un modelo que genera pobreza y golpea a millones con la desigualdad que hace que existan chilenos marcados por diferentes niveles. Los tiempos actuales son algo diferente pero se volvió a la época esclavista de los negreros, ahora son los banqueros los dueños del látigo.

Cada panfleto distribuido en poblaciones, fábricas y universidades fueron determinante para indicar que el compromiso es cuestión necesaria. Cada bomba de ruido artesanal era un llamado de atención. La represión sabía que por las calles transitaban libertarios. La experiencia fue indicando que era posible dar pasos más sustantivos.

Lo militares, esos enemigos.

Era la urgencia del fragor contra la dictadura que había que conspirar todos los días. Buscar el enemigo para que el golpe esté a la altura de esos tiempos.

De enorme justicia fue la ejecución de Carlos Tapia Barraza, jefe de un equipo de torturadores en el cuartel Borgoño. Por aquel centro de tortura habían pasado cientos de detenidos que fueron maltratados hasta el cansancio. Tapia Barraza picana en mano quería saber el día que había salido la luna y se encontró con el silencio. Fue un día sencillo cuando Raúl Castro Montanares lo encontró en su casa de Villa La Unión. Aquellas balas fueron tan fundamentales y necesarias, lo que se diga después es romanza.

Carol Urzua era general y ejercía como intendente de Santiago. Las protestas contra la dictadura estaban cruzando al país, el miedo lentamente se alejaba y la calle se iba ocupando de estudiantes, obreros empleados y músico. Todos contra los militares. El general entonces ordenó salir a reprimir, no molestar el sueño del dictador. Todas las calles del país se vistieron de uniformes y las botas con su macabro ruido se hicieron presente. Uno a uno fueron muriendo pobladores. Las balas de los militares iban dejando un reguero de crímenes ordenados por el general Carol Urzua.

Decide la resistencia popular ajusticiar al responsable de tantos ciudadanos asesinados. La deuda queda pagada. Los generales también tienen que recorrer el camino al cementerio.

La resistencia popular se apropió de la bandera de la patria nueva sobre la cual donde el capitán general de la patria firmó la Independencia de Chile en la ciudad de Concepción. Los militares sabían que estaba en manos de los libertarios, de los resistentes populares. Se les informó que la bandera sería devuelta cuando los militares entregaran los lugares donde se encuentran los detenidos desaparecidos.

La resistencia la guardó y la cuidó, no era un trofeo, era una parte determinante de la historia. Las batallas por la independencia habían regado todos los campos de la zona central. Hubo derrotas y algunas victorias. La bandera la tenía el MIR.

Ya en los años noventa los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados del MIR, devolvieron la bandera de la patria nueva y con ese gesto se esperaba colaboración militar para las causas de derechos humanos en los tribunales de justicia. Los militares no cumplieron.

La memoria de la resistencia no aceptará firmar ningún acuerdo donde haya mano militar. Tampoco donde estén los hijos de pinochetismo escribiendo a escondidas las nuevas cadenas para un sufrido pueblo al que nos debemos.

Lo sucedido en la clandestinidad no está en los libros de historia, pero se ganó el mejor lugar en la memoria de la patria de la cual hay que sentirse orgullosos.

 

Por Pablo Varas

 

 

 

 

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Escritor

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  1. Ese enorme esfuerzo popular, esa entrega de la vida para una mejor vida…….no ha sido aún reconocida y los lápices y papelitos son sólo el colofón final.

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