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Ofensiva palestina contra Israel ¿Por qué ahora? ¿Cómo frenar la violencia?

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No cabe duda de que los acontecimientos del 7 de octubre pasarán a la historia: en una jornada inédita, fuerzas militares de diferentes facciones de la resistencia palestina iniciaron una ofensiva desde la Franja de Gaza en dirección al sur del Estado de Israel, tomando por sorpresa completamente al ejército israelí en el que debe ser el mayor fracaso de los servicios de inteligencia israelíes desde la guerra de 1973 -de la que se cumplieron 50 años el día de ayer-.

Las columnas de milicianos ingresando a Israel, destruyendo tanques Merkava, capturando asentamientos de colonos y puestos de avanzada militares, se mezclaron con las terribles imágenes de civiles aterrados, rehenes o asesinados, en un ataque que es corolario de meses de ataques cada vez más violentos por parte de colonos y del Estado de Israel en contra de la población palestina en Cisjordania.

A diferencia de las guerras de 1956, 1967 y 1973, por primera vez este es un conflicto en el que el adversario de las fuerzas armadas israelíes son las organizaciones palestinas y no los Estados árabes como Egipto, Siria o Jordania, en un enfrentamiento armado abierto y no en un levantamiento popular y de masas, como fuera la intifada de fines de los 80 o la segunda intifada del año 2000.

Si bien los hechos sobre el terreno aún son confusos, para realizar un análisis dividiré este texto en dos partes, para luego pasar a una valoración más política de la situación.




La primera parte tiene que ver con los elementos más propiamente “militares” del ataque palestino contra Israel, mientras la segunda profundizará en el contexto en el que se desarrolla la operación “Inundación de Al-Aqsa”.

 

Una feroz pero limitada ofensiva

Nadie duda de que el ataque ha tenido un alto componente de ferocidad, que se ha traducido en una sorpresa completa sobre las tropas israelíes, pero también con la muerte de numerosos civiles en el área de conflicto. Es evidente también que esta operación, que involucra, al menos, a las facciones armadas de Hamas, la Jihad Islámica, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, es producto de una larga planificación.

De acuerdo a diferentes informaciones, los milicianos palestinos lograron ingresar hasta poblados mayores como Sderot, Askelon y Ofakim, así como en asentamientos menores de colonos y bases militares fronterizas, aunque de acuerdo a reportes de prensa la contraofensiva israelí ya estaría recuperando algunas de esas localidades.

En este sentido, queda más que claro que, en términos militares, los objetivos del ataque de hoy son más bien modestos: en términos territoriales pareciera buscar que los combates se desarrollen lo más lejos posible de la Franja de Gaza misma, de manera de que los costos no involucren solo al lado palestino, como en las anteriores operaciones de bombardeo israelí contra el enclave.

En un nivel propiamente militar, la destrucción del muro fronterizo y el saqueo de los puestos militares habría permitido a las milicias palestinas capturar armamento moderno de todo tipo, y también desarticular el dispositivo que alimenta el brutal e inhumano bloqueo al que Israel somete a la Franja de Gaza desde el año 2006.

A esto se agregaría un factor más bien simbólico: hacer tambalear la idea de que el ejército de Israel era invencible, y que inevitablemente siempre vencería sobre las fuerzas árabes. La destrucción y captura de tanques Merkava es claro en ese sentido, al existir la idea de que es el “mejor tanque” en la actualidad.

Pero pareciera ser evidente que los grupos palestinos no tienen la capacidad militar para librar una guerra convencional con Israel, o penetrar de manera más profunda en su territorio pudiendo asegurar el control del territorio capturado. El hecho de que estén tomando rehenes -incluidos oficiales militares de alto nivel- pareciera indicar, por el contrario, la decisión de resistir lo más posible, pero buscar rápidamente una negociación y posiblemente un intercambio de prisioneros, como ya se ha hecho en el pasado entre facciones palestinas y el Estado de Israel.

En términos políticos, además, el carácter unitario del ataque -reuniendo a facciones de izquierda e islamistas- y la no participación de Fatah en el mismo, es una señal de desafío al tradicional liderazgo que hoy representa Mahmud Abbas: el resto de las organizaciones buscan instalarse como actores políticos relevantes, en medio de la cada vez mayor convicción de que a 30 años de firmados, los acuerdos de Oslo están completamente desfondados debido a la decisión israelí de profundizar la ocupación y el apartheid.

 

¿Por qué ahora?

Como se insinuó al principio de este breve artículo, esta escalada en el conflicto llega luego de meses en los que la violencia se ha ido acumulando en Palestina, en medio de varias crisis interrelacionadas.

Por un lado, la expansión sin control de los asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania desde la firma de los acuerdos de Oslo -sin mayor distinción entre gobiernos israelíes de “centro-izquierda” o de extrema derecha como el actual- ha llegado a niveles tales, que hacen inviable cualquier tipo de Estado palestino sobre los límites de 1967, configurando una estrategia de usurpación territorial sustentada en la ocupación militar israelí de largo plazo.

A esto se suma la limpieza étnica que el Estado israelí está desarrollando en varios lugares de Palestina, sobre todo en Jerusalén Este -donde en barrios como Sheikh Jarrah se ha buscado expulsar a decenas de familias palestinas para reemplazarlos con colonos judíos- y en la Zona C de Cisjordania[i], primero de la mano del ejército y la policía israelíes, así como de la Administración Civil -el organismo burocrático a cargo de la ocupación-, y después utilizando como grupos de choque a los colonos extremistas.

A lo largo de las últimas décadas, pero de manera particularmente acelerada durante los últimos gobiernos del Likud y de la coalición de extrema derecha actual, el Estado de Israel ha ido aumentando la tensión mediante diferentes abusos sistemáticos contra la población civil palestina: niegan permanentemente los permisos de construcción para impedir el desarrollo de los poblados palestinos, destruyen infraestructura crítica -escuelas, paneles solares, caminos- incluso cuando han sido financiados por la Unión Europea, expropian casas, retienen el agua, destruyen plantaciones y cosechas, roban rebaños y terrenos de pastoreo, de manera de ahogar a civiles desamparados para obligarlos a huir de sus tierras.

Un ingrediente adicional recae en la violencia del ejército y de los colonos, que, apoyándose mutuamente, golpean y asesinan con completa impunidad hostigando a pequeñas comunidades, pero también a poblados más grandes, siendo el pogrom de Hawara[ii] un ejemplo que hace pocos meses alertaba de lo peligrosa que era la situación.

Producto de esto ya existían llamadas de alerta respecto a lo que podía suceder. En 2022 había surgido en el norte de Cisjordania el grupo “Guarida del León” -Lion’s Den-, reuniendo a cientos de jóvenes desencantados de las tradicionales fuerzas de la OLP y en particular de la burocratizada y cada vez más irrelevante Autoridad Nacional Palestina, incapaz de ponerle un freno al constante avance israelí. Esta agrupación protagonizó numerosos enfrentamientos con el ejército israelí en ciudades como Jenin y Nablus, y en campos de refugiados de todo el norte de Cisjordania, con ataques a soldados israelíes y fuertes cuestionamientos a la ANP y al partido Fatah, en un desafío desconocido desde la firma de los acuerdos de Oslo.

Pero junto a esa degradación de la situación en Cisjordania, marcada por el mayor número de muertes civiles palestinas e israelíes en dos décadas y la cada vez mayor violencia de la ocupación, se desarrollaba el drama de la Franja de Gaza, sometida a un bloqueo brutal desde hace casi 26 años.

Hay que recordar que luego de que Hamas ganara en las elecciones parlamentarias de 2006, Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, junto a Rusia y Naciones Unidas decidieron desconocer los resultados -y en los efectos darle una estocada terminal a la naciente democracia palestina-, impulsando a Mahmud Abas y la ANP a un enfrentamiento armado contra el grupo islamista que se desató al año siguiente -a pesar de que Hamas llegó a ceder y formar un gobierno de unidad nacional sustentado en respetar las fronteras del 67-, fracturando hasta hoy las estructuras políticas palestinas.

Tras la división entre una Franja de Gaza en poder de Hamas y una Cisjordania controlada por Fatah y la ANP, Israel decidió establecer junto a Egipto un bloqueo en contra del primer enclave, que incluye el cierre de los pasos fronterizos, la restricción del acceso a la pesca en la costa gazatí, la manipulación de restricciones al acceso de combustible y energía, un control estricto del acceso aéreo, y una dura limitación de todo tipo de importaciones incluyendo artículos de primera necesidad, alimentos, medicinas, entre otros, destruyendo la economía de la Franja de Gaza, sometiendo a la población a inseguridad alimentaria, altos niveles de desempleo, y a depender de una muy escasa ayuda internacional.

Como si fuera poco, periódicamente Israel desata campañas de bombardeo indiscriminado en contra del enclave, en un ciclo de violencia contra el lanzamiento de cohetes por parte de las milicias, sin que exista ninguna política que permita pensar en una salida a la dramática situación en la que viven más de dos millones de palestinos.

Por último, está la situación de los millones de palestinos que viven dentro de Israel, sometidos a un régimen que los discrimina y los ubica como ciudadanos de segunda clase, en comunidades empobrecidas y abandonadas al crimen y la precariedad en la vida. La discriminación fue institucionalizada con la aprobación de la denominada “Ley del Estado Nación” en 2018, que consagra al Estado de Israel como el hogar nacional del pueblo judío, dejando de lado a su población palestina. La situación llegó a un punto de ebullición en 2021, cuando a partir de protestas por los desalojos y expulsiones en Sheikh Jarrah se generó un proceso de intensa movilización de jóvenes palestinos en ciudades “mixtas” como Lod, Acre, Ramle, Bat Yam, Beersheba, Rahat, Tiberias, Haifa y Jerusalén, entre otras localidades, con enfrentamientos y ataques a población palestina y judía, y una huelga general común entre palestinos dentro de Israel y en Cisjordania y la Franja de Gaza el 18 de mayo.

Si bien los enfrentamientos cesaron posteriormente, la tensión se mantiene, sobre todo tras el inicio del gobierno de extrema derecha encabezado por Netanyahu y el Likud junto a partidos ultranacionalistas y religiosos en diciembre de 2022.

Finalmente, y relacionado con esto último, hay que tomar en consideración la profunda crisis política que afecta al Estado de Israel desde que el gobierno actual, el más extremista de su historia, decidió impulsar una reforma judicial que pretendía limitar la capacidad de la Corte Suprema de revisar las leyes aprobadas por la Knesset -el parlamento israelí- y garantizar su constitucionalidad. De esta forma, se advierte que la extrema derecha tendría la posibilidad de actuar sin límites aprovechando su mayoría parlamentaria.

Esta situación gatilló un fuerte movimiento de protestas dentro del país, probablemente la mayor de su historia, incluyendo a la izquierda y centro izquierda, pero también a amplios sectores proclives al Likud, que ven con temor las consecuencias que podría tener para lo que estiman es el régimen democrático israelí. Incluso, grupos de reservistas se negaron a cumplir con sus responsabilidades militares acusando la reforma de ser una medida autoritaria por parte del gobierno de Netanyahu.

A pesar de la aprobación de varios segmentos de la reforma en julio, las protestas se mantuvieron hasta esta misma semana, aunque con tensiones y diferencias entre los partidos y organizaciones que las impulsan, siendo uno de los temas que más genera tensión el papel de los partidos palestinos de Israel, y la ocupación de los territorios palestinos y el régimen de apartheid que existe, en el contexto de una defensa de la democracia del Estado de Israel.

 

¿Cómo terminar con el conflicto?

Existe la equivocada idea de que el enfrentamiento entre israelíes y palestinos tiene una matriz religiosa, o que se extendería “por siglos”, cuando en realidad surge con fuerza a principios del siglo XX con la masiva migración de judíos a Palestina huyendo de la discriminación racial que sufrían en Europa, y luego, debido a las consecuencias del Holocausto nazi en contra de los judíos europeos, que cobró la vida de 6 millones de ellos en los fríos terrenos de los campos de exterminio de Treblinka, Sobibor, Belzec y Chelmno, en Auschwitz-Birkenau o Majdanek.

Los sufrimientos y la persecución que sufrieran los judíos en Europa y otros lugares provocó el auge del sionismo, una ideología nacionalista judía que buscaba construir en Palestina un Estado nación para el pueblo judío, a partir de un proyecto eminentemente colonial que se concretó en 1948, con el establecimiento formal del Estado, y una corta guerra con varios países árabes, que rechazaban la partición de Palestina en dos Estados, en donde la mayoría de la población árabe recibiría una fracción minoritaria del territorio.

Pasados más de 70 años desde la que es conocida como “Nakba” entre los palestinos, la situación actual puede ser calificada como dramática. A la cada vez mayor ocupación de territorio palestino bajo la cobertura que le da el ya enterrado acuerdo de Oslo, se suma la profunda crisis comentada que sufre Israel debido al empoderamiento de la extrema derecha nacionalista y religiosa, que busca consolidar un Estado entre el Valle del Jordán y el mar Mediterráneo, sin que pueda coexistir con un Estado palestino[iii]. A los fallidos intentos por oficializar la anexión -congelados hace un par de años- se sumó luego el fracasado proyecto de paz de EE.UU. impulsado por el gobierno de Donald Trump, que también pretendía quitar de en medio la posibilidad de un Estado palestino para negociar con los países árabes directamente. En ese mismo espíritu se ubicaron los Acuerdos de Abraham, un tratado de normalización de relaciones entre Emiratos Árabes Unidos e Israel firmado en agosto de 2020, que en estos días se pretendía replicar con un acuerdo con Arabia Saudí, el que quedó en entredicho tras el inicio del conflicto en el sur de Israel este 7 de octubre.

Es posible pensar que uno de los objetivos del ataque era precisamente impedir que la monarquía saudita firmara un acuerdo con Israel, lo que podría leerse como un mayor aislamiento palestino, y negociar a partir de los rehenes y prisioneros de guerra un intercambio con los miles de presos palestinos que están en las cárceles israelíes, muchos de ellos sometidos a regímenes carcelarios administrativos sin juicio ni presentación de cargos.

En este sentido, me parece importante remarcar un par de puntos centrales si lo que queremos es pensar en una salida real al conflicto.

El primero, es que no hay paz posible sin un fin a la ocupación y al sistema de apartheid que se ha consolidado a lo largo de las décadas en Cisjordania, y al bloqueo de Gaza, los que someten a la población palestina a abusos diarios.

El segundo, es que no es posible descartar a Hamas como un interlocutor, y que tal como se planteaba hace cerca de un año atrás en una columna traducida y publicada en esta misma revista[iv], es hora de poner sobre la mesa las condiciones para llegar a acuerdos que permitan la convivencia entre ambos pueblos en los territorios de la Palestina Histórica.

Ese acuerdo puede sostenerse bajo dos principios: el de los dos Estados de acuerdo a Oslo y a la partición de 1948, asegurando el retorno y las compensaciones adecuadas para los refugiados palestinos, o de un solo Estado democrático para ambos pueblos[v], tal como algunas fuerzas al interior de Palestina han propuesto.

Los hechos nos dicen que el Estado de Israel no apoya ninguna de las dos alternativas. Por el contrario, busca establecer de facto una realidad en que la población palestina viva dividida (en Gaza, al interior de Israel como ciudadanos de segunda clase, y en una Cisjordania reducida a bantustanes inconexos) y los colonos judíos disfruten del control de los recursos económicos y la soberanía sobre el territorio.

La terrible guerra desatada este 7 de octubre, que tristemente coincide con el 79 aniversario del levantamiento de los sonderkomandos en Auschwitz, es un episodio más en esta larga seguidilla de violencia, atrocidades y abusos. La respuesta, tal como lo plantea Haggai Matar en su columna[vi] que acompaña a este artículo, se encuentra en un futuro basado en la justicia y la igualdad para todos.

 

Notas

[i] “El impactante ataque de Gaza ha aterrorizado a los israelíes. También debería revelar el contexto” https://www.revistarosa.cl/2023/10/08/ataque-gaza-contexto/

[ii] “Huwara se tambalea” https://www.revistarosa.cl/2023/03/13/huwara-se-tambalea/

[iii] “La anexión: consolidación del apartheid y la colonización” https://www.revistarosa.cl/2020/07/06/la-anexion-consolidacion-del-apartheid-y-la-colonizacion/

[iv] “¿Es tiempo de hablar con Hamas?” https://www.revistarosa.cl/2022/07/03/es-tiempo-de-hablar-con-hamas/

[v] “Estamos totalmente en contra de la solución de dos Estados, nosotros queremos un Estado democrático para todos los pueblos” https://www.revistarosa.cl/2019/01/06/entrevista-a-haytham-abdo-dirigente-del-frente-para-la-liberacion-palestina-fplp-estamos-totalmente-en-contra-de-la-solucion-de-dos-estados-nosotros-queremos-un-estado-democratico-para-t/

[vi] “’Es como en 1948′: Israel ‘limpia’ gran parte de Cisjordania de casi todos los palestinos” https://www.revistarosa.cl/2023/10/08/como-1948-israel-cisjordania-palestinos/

Por Felipe Ramírez

Fuente: RevistaRosa

 

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).

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  1. Margarita Labarca Goddard says:

    Felipe Ramírez: me parece muy bueno tu artículo. Muy bien informado y al final propones soluciones, aunque no las acepten las partes. Eso de proponer soluciones es algo muy poco común, porque en Chile la mayoría de la gente que escribe hace un recuento de calamidades, señala que no hay soluciones pero tampoco propone nada.
    A mí me ha chocado mucho que todos los gobiernos, de la tendencia que sean, hayan comenzado apoyando a Israel porque hubo muchas víctimas civiles. Ahora comienzan a aparecer voces que propician la paz y se reconoce que la mayoría de las víctimas han sido siempre palestinas, desde hace muchísimos años.
    No te voy a decir más porque este no es mi tema. Pero me sentí involucrada porque siento que siempre hay que apoyar las víctimas, estén donde estén. Ahora va a haber muchas víctimas de ambos lados, pero creo que el gobierno de Israel y quienes lo eligieron se lo han buscado.
    Creo que deberías seguir escribiendo sobre este tema y explicar como se van desarrollando las cosas, porque en Chile, en general hay muy poca información, aunque allá hay muchos judíos y muchísimos palestinos, pero entiendo que estos últimos son católicos. Yo vivo en México y acá se conoce algo de este tema, porque hay prensa como La Jornada y otros y un gobierno de izquierda. Te recomiendo ver el editorial de La Jornada al respecto.
    Otrosí: se te olvidó decir que además del gobierno de Israel, también fue sorprendido el famosísimo Mosad.

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