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Salvador Allende, la Unidad Popular y los enanos

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Se ha instalado como verdad inmutable y perfectamente comprobable que el gobierno de la Unidad Popular fue el peor de la historia y Salvador Allende el más execrable de sus presidentes.

Lo que puede ser considerada como una anacrónica derrota comunicacional de la izquierda, adquiere tonos actuales cuando es remachada con vehemencia, convicción y reiteración por la ultraderecha. Lo que sería comprensible y hasta esperable.

Lo que cuesta aceptar, aunque en algunos casos es esperable, es el silencio de cierta izquierda, sobre todo la que vivió aquellos tres años magníficos e irrepetibles días y de otros que hacen sus primeros pinitos en política y que se dicen de izquierda.

El caso es que, sin ningún pudor ni defensa posible, cualquier hijo de vecino y muchos hijos de puta disparan en contra de Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular como si fueran algo reprobable, vergonzoso e históricamente execrable.




¿Fue así?

El periodo que va del 4 de septiembre del 1970 al once de septiembre de 1973, son los años más alucinantes de la historia, los más esperanzadores y felices para el pueblo trabajador. Fue un breve lapso de los más influyentes en la historia que removió los cimientos de un país y un continente en que esas cosas pasaban. Y es Salvador Allende una vara que será muy difícil de emular por la cáfila de pinganillas que han sido y/o quieren ser presidentes.

¿Es que no había carencias y problemas?

Si y muchos, pero la gracia fue que, a pesar de todo, los que mejor entendieron el gobierno de la Unidad Popular, su espíritu y proyección, quienes vieron en ese proceso un futuro que terminaba con siglos de explotación y desprecio y que entendieron cabalmente el rol del compañero presidente, fue el pueblo llano, ese que sufrió esas carencias que la misma derecha creó, que apretó dientes y filas y no abandonó.

Ese pueblo víctima de esas carencias, traiciones y problemas apoyó mayoritariamente a su gobierno y a su presidente hasta el último minuto. Lego pondría los muertos.

No es casual que la razia criminal cruel y cobarde se haya desplegado con especial saña en contra de los trabajadores, sus dirigentes y poblaciones. Y tampoco es casual que el imperialismo norteamericano, enemigo genocida de los pueblos del mundo, haya jugado el rol que jugó en la matanza.

Se tiende a olvidar lo que hizo la derecha y la Democracia Cristiana para propiciar y alentar el golpe de Estado, financiados y dirigidos por la CIA y el Departamento de Estado de Estados Unidos.

De aquellos tiempos aciagos se viene la costumbre de denostar al gobierno de la Unidad Popular y a Salvador Allende y por cierto, esa machacona tanto como mentirosa insistencia, ha calado en mucha gente que repite esas falacias.

Como se sabe, parte de la izquierda que al comienzo estuvo con Allende, hoy no solo se avergüenza de su gestión, sino que hasta se confunde con los que alguna vez fueron considerados sus enemigos.

Se dice Allende con los dientes apretados y las palabras Unidad Popular definitivamente salieron del léxico. Piense usted cuándo fue la última vez que leyó o escuchó esas dos palabras en un tono agradecido o reivindicando su memoria.

Uno de los flamantes ganadores de las elecciones primarias, Gabriel Boric, casi se atraganta al repetir sin ánima ni convicción, frases premonitorias del doctor Allende sin atreverse a nombrar a su creador.

Hace un tiempo, Beatriz Sánchez, puntal del candidato Boric, afirmaba sin dudar que el gobierno de Salvador Allende había sido totalitario, falseando asquerosa y vergonzosamente la historia.

Por alguna razón cuesta reivindicar la trascendencia del gobierno Popular y la de su líder. Parece pesar mucho más la sanción que, puntual y mentirosa, vendrá de sujetos de historias oscuras cuando no derechamente criminales, esos mismos que no trepidaron en azuzar las tropas para bombardear La Moneda y desatar la represión que causó y sigue causando enorme dolor en mucha gente.

Esas falencias de la izquierda siguen traicionando a Salvador Allende luego de casi medio siglo. Lo cierto es que la izquierda va a cojear de algo muy importante al desconocer y renegar de la memoria de un hombre con hache grande como fue Salvador Allende.

La derrota del 73 pasó de ser política a cultural.

A muchos el enemigo se les metió en la cabeza y los obligó a pensar de manera que a la vergüenza de haber sido y ya no ser, les agregó la convicción de que la lucha del pueblo es algo malo e irrepetible.

Y mientras no se reconozca en toda su valía humana e histórica ese legado escondido aún bajo la alfombra de la falta de hombría, seguirán faltando aun quienes, de verdad, con la frente en alto, con las convicciones intactas y con lealtad, respeto y amor al pueblo, abran las anchas Alamedas, labor histórica para la cual muchos siguen quedando lastimosamente chicos.

 

Por Ricardo Candia Cares

 

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Escritor y periodista

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  1. Margarita Labarca says:

    Eso de que Salvador Allende fue un presidente execrable, lo creen algunos ignorantes y lo aceptan muchos traidores en Chile, que es un país sin prensa, lleno de asesinos de la dictadura que andan sueltos por la calle y cuyos partidos de izquierda se dieron vuelta la chaqueta. En el resto del mundo, a Allende se le admira. se le ama, se le respeta. En todas partes hay calles, plazas, escuelas, hospitales que llevan su nombre. ¿En Chile no? Qué verguenza que un país que fue uno de los más avanzados en Latinoamérica, haya caído tan bajo, se haya convertido en un país sin historia y con una capa dirigente sin dignidad.

  2. Alfredo Villanueva Mercado says:

    El Co. Allende es ejemplo de dignidad, consecuencia y democracia no sólo para Chile y nuestra América Latina, basta con revisar la literatura libertaria para percatarse de ello. Lo que ha sucedido, en muchos casos, es que neoliberalismo -capitalismo salvaje- con su doctrina del shock, la cooptación ha querido borrar de la memoria histórica de Chile su labor política, social y económica, pero si le consultaran a «los de abajo», los «mugrientos», los «rotos», ellos sí lo recuerdan con nostalgia y orgullo.

  3. El día de homenaje a Salvador Allende en su monumento frente a la moneda, estuvimos 20 viejos del
    Comité de Defensa del Cobre, rindiendo homenaje por la Nacionalización. Nadie mas, ni una bandera,
    ningún ser humano normal, ningún «upeliento». Yo estuve y orgulloso.

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