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Nueva Constitución: ¿Entre el acorazado de Potemkin y el asalto al Cuartel Moncada?

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 40 segundos

Más extraño de que haya atorrantes alineados con el Rechazo, es la postura de quienes militan en referentes dizque de izquierda que denuncian la ausencia de rasgos revolucionarios en el texto emanado de la Convención Constituyente.

Muchas de esas personas se sienten agobiadas porque la propuesta constitucional no aborda de plano la abolición inmediata del neoliberalismo y todas sus lacras.

Resulta pueril la ausencia absoluta de una capacidad para entender que la nueva situación política ofrece muchas más luces y destellos, sombras y reflejos tras las anteojeras. Y que de eso se trata: de leer la actual situación en su contexto, limitaciones y posibilidades.

Imaginarse la propuesta constitucional como el momento supremo de un cambio que ni rastros deje del modelo, es haberse fumado los palos o haber tomado del vino malo.




Haber creído por un solo instante que la crisis que enfrenta el modelo, cuya mejor expresión concreta fue el proceso de Octubre, nos vinculaba de manera inmediata por una secreta puerta con otra dimensión en la que los frutos del socialismo se sacaban con solo alzar la mano, es tan infantil como creer en las buenas intenciones de Ricardo Lagos.

A lo que hoy asistimos, cuando se eleva la temperatura respecto de Aprobar o Rechazar, es a una expresión de la crisis del modelo.

Estas crisis no son momentos, instantes, destellos fulgurante que suceden ante nuestra vista: son procesos complejos cuya aceleración va a estar dada siempre por la existencia y capacidad de un proyecto político impulsado por un pueblo con altos grados de movilización y organización, y por dirigentes que sepan leer este presente.

Y que tengan cojones.

¿Qué expresa el proceso constitucional desde su instalación hasta el momento en que se aprueba o rechace su propuesta?

¿El Motín del Potemkin? ¿El asalto al Cuartel Moncada?

No. Solo es una expresión de la crisis del orden impuesto por la dictadura el cual no ha sido posible superar por la incapacidad de la izquierda para proponer al pueblo una idea, ¡una sola!, que lo seduzca y por la cual esté dispuesto a dar la vida porque le encuentre alguna esperanza.

El fenómeno constitucional da cuenta de por lo menos dos hechos interesantes: la existencia de un potencial enorme en el pueblo que quiere luchar y de la incapacidad absoluta de sectores revolucionarios, de izquierda, progresistas o como se llamen, para conducir o al menos incidir, en esas luchas. ¿Qué hacer ante esa incapacidad sublime?

Un buen comienzo es la autocrítica.

Y luego, entender que, como sea, el proceso constituyente con todo y sus falencias, con todo y sus debilidades, es un momento en que la ultraderecha abyecta y criminal retrocede, le duele lo que pasa, está asustada, se siente acorralada.

Este proceso que sale de la manga del payaso Piñera no fue por su voluntad. Fue la manera en que logró salvar el pellejo ante la embestida popular, la que ¡ojo!, no tuvo en ningún momento ni un atisbo de conducción política.

Y si se aguachentó por la vía del famoso acuerdo con en el que se firmó el proceso constituyente, fue porque la izquierda no pudo, no supo, no quiso. No tuvo idea.

Se le aconcharon los meados, para decirlo en chileno antiguo.

¿Nos gusta el proceso y su resultado? ¿No? Está bien. Pero negar que es un avance en la medida en que se entienda como el acceso a una mejor posición para generar otros escenarios mucho más avanzados, es muy irresponsable.

Dicho en breve: a partir del cuatro de septiembre, fecha querible como hay pocas, y de ganar el Apruebo, comienza la real transición democrática. Si eso no nos dice nada, estamos hasta las masas.

Este es un momento de tránsito en donde la política adquiere su mayor importancia.

Así están la cosas: hay en curso un acelerada crisis mundial del neoliberalismo; se viene una recesión inédita; se pone en duda el dominio unilateral de Estados Unidos y en el plano local asistimos al final de la Concertación y quizás de la Democracia Cristiana (dios me oiga); somos testigos de la emergencia de nuevos referentes y liderazgos; y se abre paso una hermosa oportunidad para que la izquierda se sacuda de la pelmaza del pasado y mire lo que está pasando en el mundo con ojos de ahora.

Es un momento en el que las fuerzas alicaídas, desorientas, inconformes, tristes y azumagadas de la izquierda entiendan que sigue en marcha el combate por la conciencia de millones. Y debe ser una oportunidad que obligue a esa izquierda a entender que todo proceso de cambio sino se concibe propuesto, impulsado y defendido por una mayoría, es papel picado.

El cuatro de septiembre, pase lo que pase, comienza un trabajo que es algo más complejo que la simple consigna, el discurso añejo, la marcha estéril y los disfraces de jardín infantil.

Y ahí te quiero ver mascarita.

 

Por Ricardo Candia Cares

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Escritor y periodista

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  1. Felipe+Portales says:

    Estimado René: Las Constituciones por lo general NO TIENEN VIGENCIA EFECTIVA CONCRETA si no se aplican a través de leyes. Por ejemplo, en la Constitución de 1925 hubo tres instituciones o disposiciones importantes que nunca (hasta 1973) tuvieron vigencia alguna porque los sucesivos Congresos no aprobaron la legislación necesaria respectiva: ¡Las Asambleas Provinciales (Artículos 94 a 100 y 107) que en teoría tenían bastante importancia para una efectiva regionalización!. Los Tribunales Administrativos (Artículo 87) a los que se les encargaba la trascendente tarea de resolver las reclamaciones contra abusos o discriminaciones administrativas de autoridades políticas o administrativas que no llegasen a ser delitos entregados a los tribunales ordinarios. Y el derecho a ser indemnizado en caso de haber sido encarcelado y después de ser declarado inocente (Artículo 20). Y, por cierto, en la aprobación de dichas leyes prima la interpretación que quieran darle los legisladores. En nuestro caso será la de la derecha más tradicional gracias a su control del Senado actual, ¡inéditamente prorrogado! Además, estás en un error al decir que la Constitución quedará «congelada» hasta 2026. Esta regirá desde que es aprobada si gana el Apruebo. Y precisamente por ello la mayoría de la Convención ha expresado la preocupación de lograr que sus leyes «concretizadoras» se aprueben lo más rápido posible. El «pequeño problema» es que ellas se aprobarán -sí o sí, dada la prórroga del actual Congreso- al gusto de la derecha…

    • René Dintrans says:

      Gracias por su completa explicación Felipe, su desoladora descripción del momento en que vivimos,en que la nueva Constitución frente al dilema o el rechazo de su texto sometido a escrutinio público, de igual modo, jamás entraría en vigencia. Las 2 opciones presentadas, Nueva Constitución vs Constitución vigente, devendría en una sola opción, lo que es una contradicción puesto que no existe el dilema, la Constitución del ’80 sigue vigente, en la primera con un beneficio adicional, su legitimación, la segunda sería se aprueba el nuevo texto, pero su puesta en marcha no ocurriría nunca dadas las atribuciones de esas normas » concretizadoras»
      ¿Dará lo mismo votar por una que por otra? yo creo que no, yo votaré apruebo. La decisión de votar del 4 de septiembre ya no sería el dilema planteado originalmente, la vigencia de una u otra, puesta que las dos opciones se reducen a una, la vigencia plena de la Constitución del ’80, de modo que surgen nuevas opciones que salvan el dilema, la de cuales serían las mejores condiciones para cambiar o mantener la constitución vigente después de ocurridas las votaciones, si es aprobando o rechazando el trabajo cívico que se llevó a cabo.
      Si acogemos lo que dicen las encuestas,que hubo un cambio significativo desde el 80% que votó apruebo en primera, a los que votarían rechazo en la segunda, entonces los que quieran y patrocinan el rechazo tendrán que optar por cual opción es menos ominosa, menos costosa, para que siga vigiendo la Constitución actual, y de los que deseen el cambio, cual sería la forma menos desesperanzadora para cambiarla,o las condiciones objetivas más favorable para el cambio.
      En este panorama, entiendo que la población votante se sentiría burlada, ocurra lo que ocurra. El tema a tratar según mi parecer, son los efectos de la burla que la casta política ejerce sobre los ciudadanos. Para la Constitución del ’25, creo recordar, que también hubo una burla equivalente pero de menos magnitud, algo así como organismos autoconvocados para los cuales hubo cierto reconocimiento, pero jamás se les consideró en sus demandas del nuevo texto, si mal no recuerdo.

  2. Serafín Rodríguez says:

    No hay nada «más peor» que despreciar la fuerza del enemigo políticio por lo que vale la pena recordar que la extrema derecha con Kast a la cabeza obtuvo el 44.13% de los votos válidamente emitidos en el último balotaje, hace sólo 7 meses atrás, el 19 de diciembre del año recién pasado. Dígase lo que se diga, éste es un dato duro e irrebatible que hay que tener en cuenta, a menos que se viva en el país de Nunca Jamás.

  3. Margarita Labarca Goddard says:

    Pues en definitiva, si veinte años no es nada, cuatro son cero a la izquierda. En las próximas elecciones la derecha no va sacar ni un diputado ni un senador. Si hemos esperado cincuenta años, bien podremos esperar cuatro o menos. Yo no lo voy a ver porque estaré en otra dimensión, pero tú si que lo verás.

  4. Felipe+Portales says:

    Estimado René: Por cierto. Las Constituciones, para que tengan efectiva aplicación práctica requieren en gran parte de sus artículos -sobre todo los que tienen que ver con derechos económicos, sociales y culturales- la aprobación de subsiguientes leyes específicas. Y, por cierto, los parlamentarios son completamente libres de aprobar (y cómo) o no las que ellos quieran. El gravísimo problema que tenemos ad portas es que al prorrogarse el actual Congreso en caso que gane el «Apruebo» (¡lo que en ningún otro proceso constituyente del mundo ha pasado, porque constituye una aberración!) será la derecha tradicional la que por sí mismo (con su 50% del Senado) tendrá el poder REAL de que la nueva Constitución se concretice como ella quiera. Además, en conjunto con la ex Concertación (¡con la que consensuaron juntos TODO en los 30 años!) podrán CAMBIAR LA PROPIA CONSTITUCION como quieran ya que juntos tienen más de los dos tercios en cada cámara. Es cierto que han cambiado las condiciones políticas y sociales; pero, por ejemplo, desde republicanos a socialistas se manifestaron muy en contra de la eliminación del Senado; y juntos (con su tercio en la CC) lograron relativizar mucho la eliminación de ese Senado. Pues bien, ahora tendrán cuatro años para restablecerlo completamente, seguramente con el nombre de Cámara Regional para no herir tantas susceptibilidades…

    • René Dintrans says:

      Estimado Felipe, entiendo el punto, de la supremacía relativa de la Derecha, y de su afán en inpedir que entre en vigencia un cambio de las reglas del juego que limite sus intereses más preciados si el caso es que se apruebe la constitución el próximo 4 de septiembre. Sin embargo, me resulta de toda lógica, que una Constitución aprobada, aún cuando su vigencia se encuentre congelada hasta el 2026, no debería ser intervenida, no puede ser violada la cadena de frío y roto la bolsa de vacío que la contiene en virtud de la ley que le dio origen, como para introducirle artefáctos contaminados de otro origen.
      No puedo entender otra cosa que el mandato de la fecha de su vigencia determina la suceptibilidad de ser reformada, y esa vigencia establece que podrá ser reformada el mismo día en que entre en vigencia,no antes, para lo cual habrá tal vez, otros representantes elegidos en elecciones populares.Entonces, ¿ qué articulado le permitiría al actual Congreso la intervención en una Constitución antes que se produzca el hecho de nacer?

  5. René Dintrans says:

    Felipe Portales, sáqueme de una duda por favor, es posible que el actual Congreso que durará hasta 2026 tenga atribuciones como para alterar el contenido de la nueva Constitución antes de su vigencia si esta llagara a aprobarse?

  6. Serafín Rodríguez says:

    «Mientras persistan las relaciones de poder real y efectivo que rigen en el país, la propuesta de nueva Constitución, o lo que al final del día en marzo del 2026 quede de ella en cuanto a derechos sociales y la declaración de que Chile es una estado social y democrático de derecho, no pasarán más allá de ser una gran ironía para la gran mayoría de la población del país.

    Fuente: «Silabario de Materialismo Histórico para Idiotas», Ediciones Siglo XXI, Santiago, Chile, 2022, en venta en los mejores quioscos de la esquina. Compre su ejemplar hoy y llévese gratis y de recuerdo el texto, ampliado, corregido y armonizado de «La Nueva Constitución de la República de Chile», disposiciones transitorias incluidas, más un epitafio por el gran estadista benemérito del empresariado chileno, Ricardo Lagos Primero.

  7. Margarita Labarca Goddard says:

    Bueno, bueno Felipe. Ya sabemos que si el momiaje pretende hacer de las suyas, tenemos a doña Guillermina que nos va a ayudar.

  8. Felipe+Portales says:

    El problema es que aunque gane el «Apruebo»; ganará finalmente la derecha más tradicional, que con su 50% del Senado asegurará que toda concreción legislativa del nuevo texto tendrá que ser de su agrado…

  9. Margarita Labarca Goddard says:

    Para comenzar te diré que el título de tu artículo es genial, simplemente genial. Digno de aquel otro titular famoso: “Corrió solo y llegó segundo”.
    Yo me he puesto a estudiar el proyecto de Constitución y me parece bastante bueno, mejor de lo que me imaginaba. Votaré por el Apruebo porque pienso que a las Constituciones no se les puede pedir más, ya que las revoluciones nunca se han hecho con un lápiz, como todo el mundo sabe. Pero es un buen comienzo, indudablemente provocado por las protestas de octubre. Y se confirma que es buena por el terror que le ha provocado a la derecha. Vaya que nos salieron miedosos estos momios.
    Lo que no me gusta es que se pueda modificar después por el Congreso. El Congreso, diputados y senadores, no tienen facultades constituyentes. O sea que no pueden hacer ni modificar constituciones. Aunque siempre lo hayan hecho, eso no significa nada. El constituyente originario es el pueblo, y éste ya lo ha comprendido y va a defender su Constitución.
    Va a ganar el Apruebo; estoy segura, ya verás.

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