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La clase política y las elites preparan el mayor engaño de este siglo

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Si en algún momento del 2019, en pleno fulgor de la revuelta popular de octubre, hubo una alteración de la escena política con la irrupción protagónica del pueblo movilizado, con el paso del tiempo podemos afirmar que las brechas de la elite y la clase política con la población se han ampliado. Ni el estallido, ni el proceso constituyente, tampoco el borrador de la nueva constitución escrito por primera vez en la historia de Chile por representantes legítimos del pueblo han logrado incorporarse en la discusión política.

 

En la víspera del plebiscito de salida asistimos a un momento extraño marcado por una intensa reacción conservadora de las elites y un retroceso de la movilización popular. Un curso de desvanecimiento de las demandas y, posiblemente, una desconexión entre el pueblo y el proceso constituyente. Un fenómeno de retracción popular de la escena pública en tanto la ciudadanía vive y sigue padeciendo la misma discriminación y penuria que condujo al estallido del 2019, el único momento en décadas de su irrupción y salto en la historia.

 

Las elites, o el verdadero poder imbricado históricamente con el estado, se ha expresado este año sin matices y sin  escatimar fuerzas ni recursos para desplegar una campaña comunicacional que copa toda la agenda pública. Todos sus representantes políticos y gremiales amplificados hasta la estridencia por sus propios y coordinados medios de prensa en estrategias con características de ubicuidad medial. La información, sesgada o decididamente fake, impulsada por la prensa escrita circula hacia la televisión para flotar en las redes sociales. El fenómeno, que no es por nada local sino mundial, estudiado y denunciado, no deja de ser eficaz y rentable. Las mismas y antiguas técnicas del terror de la radio y los panfletos anónimos están digitalizadas y viralizadas.

 

Esta frenética reacción de las elites tiene como objetivo frenar el curso de la historia. Es la clásica reacción conservadora para poner reversa y volver a situar la escena en un momento previo al 2019. Es la regresión a un lugar utópico, al imaginario oásis neoliberal de Sebastián Piñera, a un orden previo derrumbado en aquel año. Una idea que solo se sostiene en la obcecación por la mantención de sus goces y privilegios.




 

La estrategia político comunicacional ha conseguido en muy pocos meses con éxito gran parte de sus objetivos. Desde la primera semana del nuevo gobierno, la oposición reforzada por sus medios y periodistas afines, ha logrado neutralizar a la ministra del Interior, unos meses más tarde a Giorgio Jackson y ha llegado al mismo presidente Boric. En menos de seis meses ha dado vuelta al gobierno y es la oposición y las elites quienes marcan la agenda pública. El gobierno pide disculpas un día de dos y asiente a todas las demandas de la derecha. ¿Temor? ¿Comodidad? ¿Derechización? ¿Debilidad política? Por el momento una respuesta es pasto para la especulación.

 

No es la primera vez en los últimos años. Bien podemos recordar que el segundo gobierno de Michelle Bachelet, aquella colorida coalición que incluía desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, no solo fue liquidado desde un comienzo por el caso Caval sino con el desmantelamiento de gran parte de su equipo inicial y de su programa originalmente más inclusivo y progresista. El temprano derrumbe de la Nueva Mayoría, empujado por la oposición, los aliados y hasta desde el mismo gabinete, dejó a un gobierno agónico cuyo destino era guiado a control remoto por las verdaderas fuerzas. Al año de su inauguración salían ministros clave como Hacienda e Interior para colocar a clásicos de la Concertación.

 

La rápida desactivación del gobierno de Gabriel Boric tiene un mayor objetivo, que es la neutralización del proceso constitucional, ya sea con un rechazo a secas, un rechazo para reformar la constitución Lagos-Pinochet pero también en caso del triunfo del Apruebo. En todas las posibilidades, la oposición ha logrado sofocar todas las aspiraciones de cambios más o menos reales para instalar de forma descarada transformaciones menores gatopardistas.

 

El empuje de las fuerzas conservadoras ha sido tal, que ha levantado una corriente de opinión a través de los medios y las redes que arrastra a todo el espectro político y al gobierno, todos sumados a la agenda de las elites. Un debate en el que solo participa la clase política, que ha absorbido al nuevo gobierno y a sus partidos originales, y ha dejado afuera a las organizaciones, los movimientos sociales y a la voluntad popular. Si en el plebiscito de entrada el electorado votó de forma masiva porque la nueva constitución no fuera redactada por los deshonestos y corruptos partidos políticos, hoy son estos mismos partidos los que han tomado venganza para desarmar a su antojo el borrador constitucional.

 

Qué podemos observar de este festín de las elites y la clase política. En caso de un triunfo del Apruebo, es un hecho que los partidos meterán sus manos en el borrador para eliminar todo aquello que incomode a sus representados; en caso de Rechazo, le darán una vuelta a la redacción de la constitución de Pinochet y Lagos para legitimarla de forma indefinida.

 

La malograda experiencia de la Nueva Mayoría está cercana. La tendencia que ha expresado el gobierno en estos escasos cinco meses puede caer pronto en un agujero similar al de Bachelet II y entrar en la inercia circular de las políticas de las décadas pasadas. El peso del statu quo neoliberal, del orden oligárquico, de la desigualdad estructural, terminará por hundir definitivamente al gobierno y sus intenciones de cambios.

 

Esta discusión de salón nos ha regresado a las políticas de los consensos entre las elites. Un debate que una vez más ha excluido al movimiento popular y sus demandas. Pero echar atrás el reloj de la historia de manera forzada para volver a fortalecer un régimen repudiado tendrá tarde o temprano sus consecuencias.

 

Por Paul Walder

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Periodista

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  1. Renato+Alvarado+Vidal says:

    Señor Ricardo ¿Cual es el objeto de este ataque «ad hominem»? ¿Acaso atacar al autor desvirtúa el contenido del artículo? Yo comparto la opinión expresada acerca del momento político que enfrentamos y no me parece adecuado introducir división entre quienes denunciamos la turbia maniobra de la casta política.

  2. Gino Vallega says:

    Que avalancha, que tsunami, que manera del rechazo de apoderarse de todos los medios, lugares y «altares» populares y dejar al APRUEBO en bolas, apenas respirando…..será que el pueblo, en silencio, se resiste y dará otra sorpresa (como el plebiscito de entrada y la elección de Boric) para permitirnos respirar sin artefactos agregados? La marcha de los «palos verdes» parece incontenible y «el pueblo unido , otra vez sumergido»? Será que el «corderaje» no despertó del todo? Los 2/3 , 4/7, despertar social, gobierno de izquierda…..tapados con plata sucia que retrocede la historia a «la medida de lo posible». Si no sabes rezar, inventa un rezo para tu propia sanidad espiritual.

    • Serafín Rodríguez says:

      Tienen el poder y han usado sólo parte de su poderío económico y mediático. Además, electoralmente no son ninguna minoría ínfima y despreciable como estúpidamente proclaman autoengañeandose algunos. En el último balotaje obtuvieron un 44.17% de los votos con Kast a la cabeza, algo que contradice que estuvieran reducidos al 21% del plebiscito de octubre del 2020. En los hechos, buena parte de ellos votaron por el Apruebo (Nueva Constitución) y la Convención Constitucional y así lo anunciaron. Para legitimarse. Ese 21% —o 20% si se quiere— del plebiscito del 2020 es sólo el sector de la derecha más fascista, más pinochetista, que también aparece en la encuesta CADEM por ejemplo —el 20% que vota Rechazo para mantener la Constitución actual. En el caso del balotaje, también hay que entender que parte de la centro derecha no votó por Kast, tal como anunciaron, de modo que en una elección en que no se vota por personas sino que por una propuesta de país como es el plebiscito del 4 de septiembre, esa gente va a votar con el 44% de la derecha en el balotaje y así es como tenemos los resultados de las encuestas en que el Rechazo aventaja significativamente al Apruebo en el plebiscito que se viene. Si este análisis es correcto, nada substancial que permita dar vuelta la tortilla va a ocurrir de aquí al 4 de septiembre y el Rechazo se va a imponer.

  3. Confeso bacheletismo el de Walder. Director de este medio, debemos entender que la línea del mismo es bacheletista desde sus orígenes. Que estaba haciendo Gustavo Burgos tratando de «camarada luchador» a Walder en sus programas de Mate al Rey? Recordemos que Burgos militaba en Revolución Proletaria en ese momento (2013-2014), organización que caracterizó como «reformista» a Bachelet, pero en su sentido marxista genuino (reformismo como influencia nociva de la clase dominante en el campo de los explotados).

    • Patricio Serendero says:

      Este Ricardo anónimo es otro francotirador más del ínfimo grupito de ultraizquierda que existe en el Capitalismo. Nunca han conseguido nada para los trabajadores. Nunca nada. Pero en su fanatismo viven felices su «izquierdismo». Si supieran que el sectarismo significa negar la filosofía del materialismo…

  4. Felipe+Portales says:

    Así es desgraciadamente. Y lo que es peor -y que nadie reconoce públicamente- es que con el solapado regalo que la mayoría de la Convención le hizo a la derecha ¡de conservar por otros cuatro años el Congreso actual con mayoría de derecha en el Senado!; un eventual triunfo del Apruebo NO VA A
    SIGNIFICAR NINGUNA APLICACIÓN LEGISLATIVA de la Nueva Constitución sin contar con el visto bueno del 50% de la derecha en el Senado. Y que no se diga que no se pudo hacer otra cosa puesto que el Artículo 138 de la Reforma Constitucional (Ley 21.200) de diciembre de 2019 que le dió sustento legal a la Convención estipuló: «La Nueva Constitución no podrá poner término anticipado al período de las autoridades electas en votación popular, salvo que aquellas instituciones que integran sean suprimidas u objeto de una modificación sustancial». ¡Y vaya que el Congreso fue objeto de «modificación sustancial»!…

    • Serafín Rodríguez says:

      La Convención Constitucional fue un engendro de la clase política y se comportó como tal en el cumplimiento de su cometido. Ahora sólo cabe votar como a cada cual le venga en ganas el 4 de septiembre próximo de modo la clase política pueda hacer lo suyo.

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