Crónicas de un país anormal

Los restos del tirano Francisco Franco del Valle de los Caídos van a una cripta familiar

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España es el único país de Europa que conserva un monumento faraónico, dedicado al  fascista José Antonio Primo de Rivera y al asesino dictador, Francisco Franco, (ni en Alemania, ni en Italia, nadie se atrevería a levantar un  monumento a Hitler y a Mussolini, pues la apología al nazismo y al fascismo está prohibida por ley en ambos países, so pena de cárcel o de multas), lo cual demuestra que la amnistía, surgida a raíz de los pactos de La Moncloa, sólo ha servido para mantener la más completa impunidad a los colaboradores de la dictadura franquista.

 

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Transcurridas cuatro décadas parece inaceptable que la deficiente democracia española no haya llevado a cabo acto alguno, menos aprobado una ley que permita la justicia, la verdad y la reparación para millones de españoles, asesinados brutalmente, o bien desaparecidos o enterrados en fosas comunes, a manos de la “cruzada católica”, que no es otra cosa que la alianza de curas inquisidores y de militares crueles y degenerados.

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Nada más lamentable que pretender asesinar la memoria histórica, pues las cenizas de las víctimas claman reparación, y- como el Mío Cid – ganan batallas después de muertos. En el tema de derechos humanos, la justicia española ha sido mucho más tardía que la argentina y la chilena: en España los torturadores franquistas se les condecora y se pasean por las calles en plena supuesta democracia.

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“Billy el niño”, Antonio González Pacheco, fue premiado con una medalla de oro y otra de plata por sus meritorios servicios policiales, que le aumentan en un 35% su ya millonaria jubilación vitalicia. Hay a lo menos 13 testimonios de víctimas que sufrieron torturas, perpetradas por este cobarde y canalla esbirro de la dictadura quien, además, se jactaba de sus proezas, especialmente contra mujeres, a quienes se aplicaba torturas vejatorias, sobre todo, de carácter sexual.

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En los últimos años del gobierno de Franco “Billy, el niño” trabajaba en la sección política de la policía, ubicada en el Edificio del Correo. Una de las formas de tortura más temida era el colgar al prisionero de la torre de este Edificio con la amenaza de dejarlo caer; también empleaba el “submarino”, imitando los métodos que el ejército francés empleó en Argelia.

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Ante la indiferencia de la justicia española pos dictadura – como ocurrió en Chile durante la dictadura de Pinochet – con el agravante de que España pretendía mostrarse como una democracia moderna, tuvo que emerger una jueza argentina, Servini de Cubría, quien pidió la extradición de Antonio González Pacheco, como también del guardia civil, Jesús Muñeca, (este último se había hecho famoso por un discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, a raíz del golpe de Estado del general Tejero, en el cual pedía guardar la calma y esperar las órdenes militares), ambos   por crímenes de lesa humanidad.

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La respuesta a la petición de extradición por parte de la Audiencia Nacional fue, francamente, de antología: declaró que los crímenes y torturas por las cuales se acusaba a estos dos esbirros de la dictadura habían prescrito, invalidando el Acuerdo internacional, firmado también por España, en el sentido de que los  crímenes de lesa humanidad no prescriben, además de no aplicarles la no retroactividad de la ley.

 

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Durante el gobierno de Rodríguez Zapatero se intentó aplicar la ley de la memoria histórica que permitiera verdad, justicia y reparación para las víctimas y sus familiares de la guerra civil, (1936-1939), pero siempre se encontró con la resistencia de dirigentes del Partido Popular, muchos de ellos de mentalidad y familias franquistas, (demás está decir que hombres canallas y cobardes, como Salazar, Franco, Videla  y Pinochet, y antes Hitler y Mussolini serán, por siempre, “héroes” de la derecha, así a los más tímidos les avergüence pronunciar sus abyectos nombres.

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La construcción del Valle de los Caídos demoró veinte años, con mano de obra esclava, es decir, prisioneros republicanos de la guerra civil. Esta obra faraónica, ubicada en el Valle de Guadarrama, a treinta kilómetros del Escorial y media hora de Madrid, está destinada a la memoria de Francisco Franco y al falangista José Antonio Primo de Rivera – los fascistas pretenden presentarla como un monumento de reconciliación entre los españoles que lucharon en la guerra civil -. En esta construcción hay 35 mil personas enterradas, entre ellas muchos republicanos, a cuyos familiares no se les consultó si querían que los restos de sus seres queridos estuvieran cerca de la hiena de Franco y sus secuaces.

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En la actual polémica sobre el Valle de los Caídos, no falta quien haya tenido la iniciativa de bombardearlo, pero fue desechada, y la justicia no lo pudo perseguir a esta persona alegando que se trataba de una opinión política, válida en un país donde supuestamente reina la libertad de expresión; otros proponen sólo exhumar – por cierto no murió en la guerra civil – y colocar la tumba de Primo de Rivera junto a los demás cadáveres.

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El Monasterio  donde reposan los restos de Franco y de Primo de Rivera está bajo la custodia de los monjes benedictinos que, tal vez, siguen siendo fascistas de tomo y lomo.

 

No hay nada más canalla y repugnante que los curas y obispos, quienes le dieron categoría de “cruzada” a la lucha de Franco, de los falangistas y de los carlistas.

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El Valle de los caídos fue y sigue siendo el lugar de peregrinaje de los franquistas españoles – no son pocos como algunos creen – y que cuentan con sus propios falsificadores de la historia, entre ellos Pío Moa.

 

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Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/10/2019       

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