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Marinovic

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Es una demostración empírica de que por este país pasó una dictadura que no solo dejó una estela de sufrimiento y una economía inhumana, sino que entre sus resabios más repulsivos dejó personajes a las que no les acomoda la vida en democracia, por muy enclenque que sea.

Ya se ha dicho: la dictadura logró un triunfo cultural en el que mucha gente fue colonizada por las aseveraciones en que fundaba el tirano su sentido común criminal, genocida.

Para muchos, los militares que bombardearon La Moneda y que arrasaron con todos los derechos de las personas, que desaparecieron, asesinaron y torturaron a decenas de miles de personas, salvaron al país de la debacle, de ese fantasma que corroe el mundo: el comunismo.

Para esa gente trastocada de valores, quienes fueron asesinados, desaparecidos, torturados, algo habrían hecho y que el desabastecimiento que sufría la población era culpa de los jerarcas de la UP y la mala gestión del gobierno.




El listado es largo.

Una vez que se retiraron los militares, incluso desde mucho antes, todas esas mentiras ya habían sido puntualmente demostradas como falacias, montajes y operaciones de diversionismo en la que los medios de comunicación jugaron un rol vergonzoso.

Pero hubo quienes hasta este día en que vivimos, reivindican la travesía criminal del tirano y sus tropas como una gesta necesaria y justa que puede y debe volver a repetirse si las condiciones vuelven a ser como fueron.

Este es el rastro indecente que dejó la tiranía y que la nueva constitución o las que vengan deberán borrar. En un país decente ser así será un baldón.

Este es el ciudadano que no queremos.

Es lo que evitaremos que sea un ejemplo para nuestros niños, lo que quedará fuera de la historia que enorgullece, lo que esconderemos como país bajo la alfombra de la vergüenza colectiva para evitar el bochorno de un futuro decente. Y lo que nos obliga a estar alerta ante el peligro de su resurrección.

Esto no es psiquiatría, es cultura tiránica, ávida de sangre, de venganza y abotagada de odios anidados quizás en alguna paliza o abuso paterno no resuelto.

Este es el ejemplo de ciudadano, de persona que trataremos de evitar, de haber un futuro.

Y eso es todo porque tampoco da para mucho más.

 

Por Ricardo Candia Cares

 

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Escritor y periodista

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  1. Vamos, vamos, don Ricardo, no ha notado usted que la persona de marras, asi lo creo, es una filósofa, asi se califica y «cuantifica» ella, por lo tanto, ella tiene todo el derecho a vivir y ejemplarizar la vida «filosófica» que forzó el dictador en los chilenos.

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