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Marcha por los Detenidos Desaparecidos avanzó hacia La Moneda: Un grito por la verdad, justicia y reparación integral

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En un emotivo acto de conmemoración y reivindicación, miles de personas se congregaron en la Plazuela San Francisco, en la intersección de Alameda con Londres, convocados por el «Colectivo contra el olvido». El motivo: el Día Internacional del Detenido Desaparecido. Esta marcha, que buscaba mantener viva la memoria de aquellos que fueron arrebatados por la violencia estatal en tiempos oscuros, culminaría su recorrido en un destino icónico: el Palacio de La Moneda, el epicentro político de Chile.

El corazón de la manifestación estaba representado por un lienzo principal que proclamaba: «50 años de impunidad / Para ellos los privilegios / Para el pueblo represión». Esta poderosa consigna encapsulaba el sentimiento generalizado de que, con el paso del tiempo, la impunidad había sido el triste legado para los perpetradores de crímenes y abusos, mientras que el pueblo sufría la represión y la pérdida de sus seres queridos.

A las 13 horas, la marcha se puso en movimiento, avanzando por la Alameda en dirección a La Moneda. El lienzo encabezaba la columna, flanqueado por un pendón con la imagen del comandante Ramiro y la frase «Ramiro, yo te quiero libre». Este gesto  recordaba un rostro, una historia y un anhelo de justicia.

La marcha continuaba con un lienzo que proclamaba: «Ni un minuto de silencio, Toda una vida de lucha», subrayando la determinación de no ceder ante el olvido y continuar la lucha incansable por la verdad y la justicia.




El coro de voces resonaba en las calles, clamando por los detenidos desaparecidos: «Los llevaron detenidos, No los vimos nunca más… el estado es responsable, Que nos digan dónde están». Estas palabras, cargadas de dolor y rabia acumulados, eran el eco de décadas de búsqueda y resistencia.

A lo largo del recorrido, la Alameda se vestía con pancartas que adornaban jardines y rejas, dando un toque de dignidad y memoria a la vía pública. Los rostros de los desaparecidos se convertían en parte de la ciudad, recordando a todos que no se puede borrar la historia ni la lucha por la justicia.

Sin embargo, el camino hacia La Moneda no fue sin obstáculos. En un punto, la policía militarizada bloqueó el paso con «guanacos» y «zorrillos», equipamiento que dispersa multitudes con chorros de agua y gas. Pero, como una muestra de la fuerza colectiva y la resistencia, la manifestación sorteó este obstáculo, incluso enfrentando una conato represivo policial, con manifestantes rescatando a sus compañeros de las garras de la detención.

Finalmente, la marcha llegó a su destino, el icónico Palacio de La Moneda. El acto culminante contó con discursos, poesía, canciones y danzas. Una pregunta seguía resonando con fuerza: «¿Dónde están?». La memoria era inquebrantable, y los nombres de los desaparecidos cobraban vida una vez más.

En medio de las consignas por los desaparecidos, también se alzaron voces en solidaridad con los presos políticos contemporáneos: aquellos detenidos en el contexto de la revuelta social, los subversivos y los mapuche. «Liberar, Liberar, A los presos por luchar» se convirtió en un coro que conectaba las luchas pasadas y presentes.

En este recorrido por la historia y la lucha, la figura de Salvador Allende se mantuvo presente, recordando el compromiso y el sacrificio por un Chile más justo. Pero también se habló de la injusticia actual, como el caso de José Huenante, un adolescente huilliche que sufrió la desaparición bajo un régimen democrático.

Nuevamente, se corearon consignas por los desaparecidos, y se escuchó al Negro Pablo cantar sobre Marisol Vera (ejecutada en 1985, por militares) y por Macarena Valdés (asesinada impunemente, bajo esta «democracia»).

Las mujeres también fueron protagonistas de la manifestación, danzando la cueca sola frente a La Moneda y honrando a las compañeras desaparecidas. Los prados del palacio presenciaron un emotivo tributo a los rostros y nombres que se han perdido, pero que jamás se olvidarán.

En este día de memoria y acción, la marcha logró su cometido: llegó a La Moneda, llevando consigo la urgencia y la necesidad de verdad, justicia y reparación integral. A medida que las voces se unían para gritar «¿Dónde están?», el mensaje quedaba claro: no descansarán hasta que se revele la verdad y se haga justicia por aquellos que fueron desaparecidos, recordándonos que la memoria es la luz que ilumina el camino hacia un futuro más justo y humano.

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